Todas las fotos del artículo las saqué con mi Canon EOS 1100 |
A finales del siglo XIX, el
naturalista F.D. Godman llegó a ver 14 ejemplares sobre un cadáver de mula en
las cercanías de La Laguna. Durante la primera mitad del siglo XX era visto en
abundancia por Vilaflor, Santa Úrsula, Los Silos y Guía de Isora. En los años
sesenta apenas aparecía en Bajamar y Valle de la Orotava. En los setenta estaba
prácticamente confinado a los macizos de Anaga y Teno. A principio de los
ochenta ya era muy escaso, habiendo dejado de reproducirse en Anaga. En 1984
sólo quedaban tres individuos en Teno, viéndose en esta zona por última vez en
1985. El último avistado en Tenerife planeaba en los altos de Chío un 26 de
Febrero de 1989. Desde entonces Tenerife jamás ha vuelto a presenciar el vuelo de
un guirre.
Gran Canaria poseía también una
gran población, pero corrió la misma suerte que la de Tenerife, y curiosamente
en Fuerteventura, su actual bastión, era considerado común aunque sin llegar a
las altas densidades de las islas centrales.
Las
causas del declive de esta especie son tristemente conocidas, aplicables a muchas
otras especies animales durante el siglo XX: La industrialización de las islas,
el desarrollo turístico desaforado, el aumento de la población humana, la
electrificación rural, la reducción de la ganadería o el empleo masivo de
pesticidas, etc., llevaron al guirre o alimoche (Neophron percnopterus majorensis) al borde de la extinción en el
archipiélago. En menos de 50 años
desaparecieron de la mayoría de las islas, quedando a finales del siglo XX un
10% de la población original acuartelada en la desolada isla de Fuerteventura.
Este
buitre de gran tamaño, con casi 1,65 metros de envergadura, una altura de 70 centímetros
y dos kilos de peso, se alimenta principalmente de cadáveres de ganado y
pequeños animales muertos. Sin embargo, su carácter oportunista le permite
salirse de su fama de carroñero, comiendo además basuras domésticas, insectos y
huevos, llegando incluso a cazar pequeños animales.
Es la única rapaz carroñera de Canarias, donde
ha sido muy beneficiosa para el ser humano, ya que limpiaba el campo de
animales muertos, evitando así la propagación de enfermedades y la
contaminación de las aguas.
La
población de Fuerteventura es sedentaria, y sus individuos se agrupan para
dormir en tendidos eléctricos, una de sus principales causas de mortalidad. Sin
embargo, en la época de reproducción, a partir de enero, empiezan a ocupar sus
territorios de cría, defendiéndolos activamente, aislándose en parejas.
Construyen
sus nidos aprovechando cuevas, repisas u oquedades en cortados inaccesibles o
acantilados. Suelen poner dos huevos en abril, incubados por la pareja durante
42 días. Por regla general sólo sobrevive uno de los pollos, el primero en
nacer, que vuela 75 días después, hacia mediados de julio. Tras un corto
periodo de aprendizaje, los jóvenes se independizan por completo de sus padres.
Con suerte pueden superar los 30 años.
El guirre adulto posee una coloración general blanquecina, en contraste con sus
primeras plumas alares negruzcas, así como una peculiar cara desnuda de un vivo
color amarillo. Su pico largo y curvado de punta negra es muy útil para
arrancar pequeños trozos de carne de los animales muertos de los que se
alimenta.
El guirre joven difiere mucho del adulto. Es de tonos
marrones y oscuros con las puntas de las plumas marrón claro. La cabeza y el
cuello presentan la piel gris azulada. Alcanza la madurez sexual a los 5 años.
En el vuelo es inconfundible, con su plumaje blanco y negro, de
largas alas apuntadas, y cabeza pequeña en la que destaca el pico. Es un hábil
planeador que puede pasarse horas en el aire sin apenas mover las alas, a modo
de una gran cometa, aprovechando las corrientes ascendentes de aire caliente.
Los
análisis genéticos han confirmado que la población canaria de guirres está
diferenciada hasta el punto de las continentales que se considera como una
nueva subespecie endémica, denominada Neophron
percnopterus majorensis.
En el año 1998 se iniciaron los trabajos de
seguimiento de esta especie, y con la aparición de los primeros datos sobre el
estado de conservación de la misma se activó la alarma ambiental. En
1999 se censaron únicamente 150
ejemplares. Este hecho no hizo más que confirmar lo que todo el mundo sabía,
que el guirre canario estaba en peligro de extinción. Por algo tiene el injusto
mérito de estar catalogado como “en peligro crítico de extinción” en el
Catálogo Nacional de Especies Amenazadas y como “en peligro de extinción” en el
Catálogo Canario de Especies Protegidas.
Lo que
se necesitaba por lo tanto era actuar con urgencia, salvar de la extinción a
tan emblemática ave con serios y continuados programas de recuperación. Desde
el año 1999, la Estación Biológica de Doñana, dependiente del Consejo Superior
de Investigaciones Científicas, lleva ejecutando con el Cabildo majorero diversos
programas de seguimiento de la población de guirres que han servido para
comprender los peligros a los que se enfrenta, así como para vislumbrar las
medidas a tomar para la recuperación.
Un impulso mayor en la protección del guirre fue la
puesta en marcha en 2004 de un programa de conservación a través del proyecto
europeo LIFE, financiado con fondos comunitarios. De toda esta gran labor de
investigación se pudieron conocer las distintas causas de mortalidad no natural
que habían estado diezmando la población de esta rapaz carroñera:
Tendidos
eléctricos. Era la principal causa de
mortalidad no natural del guirre. Los accidentes se producían por electrocución, colisión o enganche. Hay que
tener en cuenta que hasta hace algunos años, la mayoría del territorio insular majorero
permanecía deshabitado, sin acceso a corriente eléctrica.
Intoxicación
por plomos de caza. Muchos guirres morían por ingestión de
perdigones embebidos en piezas de caza no cobradas. Las intoxicaciones agudas
causaban la muerte, mientras que la exposición crónica afectaba negativamente
al éxito reproductor, comportamiento y respuesta inmune.
Envenenamientos
ilegales. Los cebos con veneno
son muy fáciles de conseguir, ya que no son más que los habituales pesticidas
agrícolas que se pueden comprar en tiendas del sector. Aunque son inocuos cuando
son utilizados siguiendo las instrucciones del fabricante, pueden
desgraciadamente ser convertidos en indiscriminados venenos que lo mismo matan por
ingesta a un niño, un perro, un ratón, o un guirre, como muchos análisis
forenses han constatado. En Fuerteventura los usan propietarios de explotaciones
ganaderas, los cuales creen que los cabritos recién nacidos son víctimas de perros
asilvestrados, aguilillas, gaviotas y cuervos. También se usan en agricultura
contra las cabras que andan sueltas por la isla.
Molestias
humanas en las áreas de nidificación. Los
guirres, como cualquier otra gran ave rapaz, necesitan tranquilidad en la época
de cría, de lo contrario pueden abandonar los nidos con las consecuencias fatales
que ello conlleva para los huevos o polluelos. Se ha comprobado que algunas
actividades recreativas en Fuerteventura como la caza, el senderismo, la
conducción de motos, quads o boogies, han impedido la reproducción de algunas
parejas de guirres en determinadas zonas durante la época de cría.
Reducción en
la disponibilidad de alimento. La actividad ganadera ha
disminuido mucho en las últimas décadas. En el pasado los guirres tenían
abundante comida de las cabras que morían en campo abierto, así como de las que
morían en las explotaciones ganaderas y eran tiradas en lugares cercanos. A la disminución
de esta actividad se le suma el hecho de que la ley ahora exige que los animales
muertos deben ser llevados a centros especiales de gestión de residuos, sobre
todo después de la aparición del mal de las vacas locas.
Comedero de Guirres de Tiscamanita |
Tras
el trabajo de censo y análisis de las amenazas para la especie, el esfuerzo de
los planes de recuperación se centró en el desarrollo de las siguientes
intervenciones:
Se instalaron dispositivos salvapájaros en los tendidos eléctricos.
Se vigilaron las áreas de cría
para reducir los fracasos reproductivos, regulando
en ellas actividades de caza,
fotografía, observación, excursionismo y turismo.
Se desarrollaron campañas
de sensibilización de la opinión pública mediante la edición de material
divulgativo y de actividades específicas dirigidas a distintos sectores de la
población local, sobre todo a los colectivos
de cazadores y ganaderos, con el fin de evitar la presencia humana en las zonas
y épocas de cría y eliminar el uso de plomo y venenos en el medio. En particular cabe destacar el trabajo desarrollado por SEO/BirdLife, la asociación ornitológica que más se ha volcado en la conservación de la avifauna majorera.
En colaboración con las dos universidades canarias, se
han creado instalaciones que albergan aves irrecuperables para el medio, con el
fin de ampliar el “stock genético” de la
especie. Son el Centro
de Recuperación de Fauna Silvestre de Tafira en Gran Canaria y la Estación
Biológica de La Oliva, donde se encuentran ejemplares accidentados que por
sus patologías no son capaces de valerse por sí mismos en el medio natural.
Estos individuos constituyen una reserva genética de la especie y participan en
los estudios que continúan llevándose a cabo para su cría en cautividad.
Se ha asegurado la disponibilidad
de alimento para la especie con la instalación de un comedero que desde el año 2007 viene funcionando en Tiscamanita, el cual es abastecido
regularmente con restos cárnicos del matadero insular.
Catorce años después de las primeras
actuaciones, la población de guirres se ha salvado por el momento de la
extinción. Gracias a las medidas anteriormente mencionadas, los territorios ocupados a día de hoy (zonas de
emparejamiento y reproducción), son más del doble de los que eran en el año
2000, lo cual indica que un alto volumen de parejas que se está reproduciendo y
que por el momento aseguran una población estable de la especie. Según los
informes que elaboran anualmente las investigadoras de la Estación Biológica de
Doñana, si en 1999 se censaron 150 ejemplares, en 2012 la población de la
especie ha alcanzado los 270 individuos.
Aún así, sin dejar de
reconocer el éxito de los programas de recuperación, todo un ejemplo de
rigurosidad científica e investigadora, creo que estamos todavía lejos de
afirmar que el guirre canario se ha salvado de la extinción. Estas medidas
necesitan continuidad en el tiempo, y esto sólo se consigue si la concienciación
ciudadana aumenta, si la voluntad política sigue aportando el dinero. Si el
desarrollo humano, a fin de cuentas, logra ser compatible con la viabilidad a
largo plazo de los ecosistemas naturales.
Dicen que el antiguo pueblo majo tenía una
leyenda sobre su ave sagrada: Cuando un guirre sentía la muerte, volaba alto
hacia el cielo y se desvanecía en el aire. Ojalá no se desvanezca para siempre.
Precioso reportaje y preciosas fotos del vuelo, especialmente esta última... que te deja el corazón alado.
ResponderEliminarPor razones sentimentales, o por ataduras naturales que no llego a entender, me llama especialmente la atención el Guirre, y como tú, como tantos, comparto el sueño de su supervivencia.
Gracias por compartir.