Llevo días oyendo en la
radio un anuncio de una empresa de servicios de limpieza que asegura no usar
productos químicos. Por desgracia es un ejemplo más del pensamiento
quimiofóbico que se ha vuelto habitual en nuestro día a día. Su máxima se basa
en que lo artificial es peor que lo natural; que la industria, la tecnología y
todo lo químico perjudica a la salud y al medio ambiente.
Estas corrientes, al más
puro estilo new age (con luces fluorescentes estilo Avatar), demandan en muchos
casos una vuelta a modelos sociales pre-industriales en los que cualquier cosa
se podría hacer con cáñamo. Curiosamente en la mayoría de las ocasiones se
trata de personas pertenecientes a las clases medias-altas de los países con
mayor desarrollo económico.
Es un hecho y no una
opinión (como diría Sheldon Cooper), que todos estos sectores han alcanzado en
los últimos siglos una calidad de vida aceptable gracias a los avances en
ciencia y tecnología. Ya no nos morimos de botulismo al comer carne en mal
estado gracias a los conservantes alimentarios que mantienen a raya a la
bacteria. Pero al habernos olvidado de los cólicos, vómitos, parálisis e
insuficiencia respiratoria que producía dicha enfermedad, ¡ahora atacamos a
dichos conservantes por no ser naturales, por tener una letra E! Cosas del ser
humano…
Creo que el problema está
en que se ha generado una falsa dicotomía: Natural-bueno versus artificial-malo.
Vamos a ver, la bacteria que causa el botulismo, Clostridium botulinium, es super natural, al igual que la cicuta, el
veneno de víbora y los tsunamis. La insulina transgénica, la lejía o un panel
fotovoltaico son artificiales. No hay nada más natural que la muerte; no hay
nada más artificial que los mecanismos que usamos para combatirla. Mi elección
está clara. ¿Cómo lo ves?
La química lleva
recibiendo leña más que ninguna otra disciplina. Y sí, a este pobre químico le
molesta este desagravio. No olvidemos que la química es la ciencia que estudia
la materia y sus transformaciones; generadora de los principios, teorías y
leyes que hacen funcionar a la industria farmacológica, alimentaria,
industrial, etc. No podríamos entender los logros de la sociedad actual sin las
aportaciones de Dalton, Lavoisier, Haber, Marie Curie, etc.
Los avances en química y
en termodinámica durante las revoluciones industriales de los siglos XVIII y
XIX dispararon la esperanza de vida en varias décadas. Aplicaciones prácticas
de la química como la potabilización del agua o las vacunas consiguieron que
los seres humanos no cayéramos como moscas. Concretamente la industria química
aporta multitud de bienes y servicios a la sociedad, desde productos de
limpieza, hasta fibras sintéticas o detectores de sustancias contaminantes.
Aunque no todo es un
cuento de hadas. Históricamente ha sido una industria que no ha tenido en
cuenta los impactos de sus actividades sobre el medio ambiente o indirectamente
sobre la salud de las personas. Bueno, ni esta industria ni ninguna otra
actividad humana hasta bien entrado el siglo XX. Sin cuestionar el indiscutible
beneficio sobre la sociedad de las aplicaciones de la química, en muchas
ocasiones la falta de regulación pública en materia ambiental y sanitaria,
junto con el afán de lucro de muchos empresarios, han provocado episodios tan
lamentables como el accidente de Bhopal, la enfermedad de Minamata o innumerables casos
de destrucción de ecosistemas por vertidos o emanaciones. Por desgracia vivimos
en un sistema en el que no suele mirarse más allá de la empresa, ni espacial ni
temporalmente; donde no se valoran los impactos negativos a medio y largo
plazo. La satisfacción de las necesidades humanas ha sido sustituida por la
obtención del máximo beneficio.
Frente a este contexto de
degradación ambiental surgió la química verde. No es una nueva disciplina de la
química, sino una nueva forma de entender y aplicar la misma. Sus fundadores
intelectuales fueron P. Anastas y J.C. Warner, que la definieron a finales de
los noventa como la forma de promover el desarrollo y uso de tecnologías químicas innovadoras para
reducir o eliminar el uso o generación de sustancias dañinas en el diseño,
manufactura y uso de productos químicos. Propusieron 12 principios básicos como
forma didáctica de transmitir la filosofía de la química verde. No voy a
citarlos todos, sólo los más importantes:
·
Prevenir la formación de residuos. Es preferible, y más
económico a largo plazo, evitar la producción de un residuo que tratar de
eliminarlo una vez se haya formado. Esto se consigue usando materias primas renovables. La fuente más abundante de materia prima con la que contamos en la
actualidad es la biomasa, los materiales producidos por organismos vivos.
Asimismo se debe potenciar la producción
de sustancias biodegradables, diseñando productos químicos que al finalizar
su función no persistan en el medio ambiente, sino que se transformen en productos
de degradación inocuos, como los plásticos biodegradables.
·
Maximizar la economía atómica. Se deben crear métodos de
síntesis que faciliten la incorporación total de los reactivos en el producto
químico, minimizando así la formación de subproductos. También hay que tender a
eliminar etapas sintéticas innecesarias,
evitando la formación de derivados (grupos de bloqueo, de
protección/desprotección) así como intentar desarrollar procesos sintéticos en
cascada que reduzcan el número de etapas, minimizando el número de separaciones
y purificaciones.
·
Síntesis con sustancias de toxicidad reducida. Los métodos de síntesis
deberían diseñarse con el fin de utilizar y generar sustancias que tengan poca
o ninguna toxicidad, tanto para el ser humano como para el medio ambiente. Es fundamental minimizar el potencial de accidentes químicos: Emanaciones,
explosiones, incendios, evitar el transporte de sustancias peligrosas. A su vez
hay que desarrollar metodologías
analíticas para la monitorización en tiempo real, con el fin de evitar lo
antes posible la formación de sustancias peligrosas.
·
Maximizar la eficiencia energética. Se debe estudiar la
posible reducción de energía y su impacto final, usar métodos de síntesis a
menores temperaturas y/o presiones: El uso de microondas o fotoquímica puede
desempeñar un papel importante en la optimización energética de muchos procesos
químicos. Dentro de las estrategias de ahorro energético se debe potenciar la catálisis. El uso de
catalizadores reduce la energía necesaria para iniciar las reacciones químicas.
Los catalizadores reutilizables están bien desarrollados, son sólidos respetuosos
con el medio ambiente, como las zeolitas o distintos nanomateriales.
En definitiva, la química
verde y sostenible es una nueva forma de entender la química que propone
medidas encaminadas a la consecución de un desarrollo sostenible; que satisface
las necesidades de la población actual sin comprometer el patrimonio natural ni
las necesidades de las generaciones futuras.
La química puede ser (y en
muchos casos ya lo es) económica, segura y respetuosa con el medio ambiente. Es
natural y artificial al mismo tiempo, no voy a caer en el juego tonto de los
quimiofóbicos. Y no es buena ni mala, buenos o malos son los usos que le da el
ser humano. La química puede salvar vidas o segarlas.
La química verde necesita
asentarse. Hace falta que las escuelas de economía vayan más allá de las leyes
de mercado y entiendan que todas las actividades económicas, desde el libre
comercio hasta la planificación económica, operan en un contexto físico y
ecosistémico que no deben ignorar, ya que es la fuente última de los recursos
que utilizan. ¿Seguirá habiendo negocio cuando los acuíferos se agoten?, ¿cuando
ya no haya atún rojo en el mar o fertilidad en el suelo? ¿Qué quedará para
nuestros descendientes? En definitiva, las teorías económicas no pueden escapar
a las interacciones ecosistémicas de las que forman parte. La economía ecológica surge para suplir estas carencias.
La conciencia de la
ciudadanía y de las administraciones públicas es fundamental. Educando,
presionando social y políticamente es como único podremos legislar y regular
las actividades económicas para que sigan el camino de la sostenibilidad. Sin
estos elementos disuasorios sólo veríamos avances en la industria en el caso de
que las medidas verdes y sostenibles le sean rentables en términos económicos.
Así que ya sabes, la próxima vez que alguien te diga que hizo unas galletas 100% naturales y libre de químicos, tú dile: La tontería también es natural y causa estragos en la sociedad, pero por suerte se cura leyendo!
¡Una reflexión excelente!
ResponderEliminarMuy bueno Antonio. Gracias a estos conocimientos que pones en la palestra aprendemos un poco más del uso del lenguaje y le perdemos el miedo a los desconocidos "productos químicos". Muy interesante!
ResponderEliminarBuenas tardes sieñor, usted que siabe del tema ¿es buena respirar liejía? ¿Amoniaca? Yo crio que hay demasiado cosas de plástico y cosas que no son de verdad, que no son como en naturaleza. Ustied se burla de cañama, pero yo crio que todas sillas estadio calderón debierian ser de cañamo de comercio justo en cultivos hidropánicos. Un cordial salido para usted.
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