sábado, 22 de marzo de 2014

Magarzas, eclípticas y equinoccios de primavera

Esta flor de magarza estaba a punto de abrirse el pasado jueves 20 de marzo. Aquí se llama magarza a la típica margarita, aunque la canaria es una especie endémica, Argyranthemum frutescens. La floración no es la primera etapa de la reproducción de las plantas angiospermas (que poseen flores y frutos), ya que se trata de un ciclo; no hay principio ni final. En cuanto un insecto en busca de néctar deposite sobre ella el polen de otra flor semejante, se producirá la fecundación del óvulo y una semilla se habrá creado. Es poco probable que esa semilla encuentre las condiciones adecuadas de nutrientes, humedad, luz y temperatura. Pero si lo consigue, germinará y llegará a ser una magarza que el siguiente marzo florecerá  para así repetir el ciclo.


Desde el colegio nos enseñan que las flores se abren en primavera, pero ¿te has parado a pensar por qué en primavera? Intuitivamente vemos que es una estación en la que no hace tanto frío, pero en verano tampoco hace frío y pocas plantas florecen en agosto.

Fíjate hacia dónde crece este proyecto de flor. Apunta hacia arriba. La floración, la primavera, las alergias por polen y otros fenómenos de la vida cotidiana tienen su origen en los cielos. Una cosa tan pequeña y efímera como una flor es capaz de sincronizarse con algo tan grande y vasto como el Sistema Solar. Acompáñame en este breve repaso sobre lo que hay encima de nuestras cabezas, prometo no usar ninguna ecuación.

En primero de la ESO (o séptimo de EGB, según las canas que tengas..) el profe de naturales nos hablaba del Sol y los planetas. Todos giran en torno a la gran estrella en un plano conocido como eclíptica. Imagínate un disco de vinilo, con el Sol en el centro y los 8 planetas girando dentro del disco. Aún así me da que no es el mejor ejemplo, ya que aunque los vinilos están de moda, las órbitas de los planetas no son exactamente circulares; son más o menos elípticas. Es como si cogiéramos un círculo, lo sujetáramos por dos extremos opuestos y apretáramos un poco, se achataría, ¿no? Pues eso es una elipse.

Al ser la trayectoria de la Tierra alrededor del Sol una elipse, te darás cuenta que no siempre la Tierra estará a la misma distancia del Sol, algo que hubiera pasado de ser una trayectoria circular. Hay un punto de la trayectoria elíptica, el perihelio, en el que la distancia es de 147 millones de kilómetros. El punto más alejado del Sol, el afelio, se sitúa a 152 millones de kilómetros. Podríamos pensar que estas diferentes distancias son el origen de las distintas estaciones: cuando la Tierra está más cerca del Sol es verano y lo contario implica invierno. Sin embargo, cuando es verano en el Hemisferio Norte es invierno en el Hemisferio Sur. Esto quiere decir que la trayectoria elíptica de la Tierra no es la causa de las estaciones. En el fondo, ¿qué es una diferencia de unos 5 millones de kilómetros comparado con los 150 que de promedio separan la Tierra del Sol?

La clave de las estaciones no hay que hallarla en el Sol ni en los otros planetas. Sí, debemos levantar la cabeza. Pero para bajarla cuando estemos en lo alto: Se encuentra en la misma Tierra, en su eje de rotación.

El eje de rotación de la Tierra, ese palito imaginario sobre el cual nuestro planeta tarda 24 horas en dar un giro completo, no se halla totalmente en vertical sobre la eclíptica, sino que está un poco torcido. Tal vez en la etapa de formación planetaria a partir de escombros estelares, el impacto de un gran asteroide en alguna de las zonas polares acabó por inclinar el eje de rotación hasta su posición actual: 23,5º con respecto a la vertical. Simplificando mucho, podemos imaginarnos la órbita de la Tierra del siguiente modo.



Con fines pedagógicos suele mostrarse atención a cuatro momentos especiales del año. Empecemos por la escena de la derecha, ese día que se llama solsticio de verano, allá por las hogueras de San Juan, cuando terminan las clases. Mira el eje de rotación: "apunta" hacia el Sol. Esto hace que el Hemisferio Norte también esté más orientado hacia el Sol que el Hemisferio Sur y reciba más luz. ¿Ves ese punto rojo? Ahí están las Canarias, donde único se vende nestea de mango-piña y se encuentran las cosas que de verdad nos importan. Imagínate que damos un giro completo alrededor del eje, notarás cómo la mayor parte del tiempo giramos sobre la zona iluminada. Concretamente el solsticio de verano es el día del año que más horas de luz tiene. Estas varían según donde te encuentres, son más cuanto mayor sea la latitud (la distancia al ecuador). En Canarias, que nos hallamos a 28ºN, el 21 de junio tendremos 14 horas de luz y 10 de oscuridad. Si subimos hacia el norte esta diferencia se va acentuando, en Madrid serían 15 horas aproximadamente, hasta el caso extremo de las zonas que están por encima del círculo polar ártico: por mucho que gire la Tierra, recibirán luz las 24 horas del día.

Solsticio de Verano en el Hemisferio Norte. 20-21 de junio

Sigamos en el viaje de la Tierra alrededor del Sol. Tres meses después llegamos al equinoccio de otoño. El eje sigue inclinado 23,5º, pero ahora no "apunta" hacia el Sol, aunque tampoco va en la dirección contraria, parece que en lugar de situarse de frente, estuviera de perfil al Sol. Vuelve a imaginar la rotación de nuestras islas. Ahora el punto rojo recorre 12 horas bajo la luz y otras 12 a la sombra: el día y la noche duran lo mismo. ¿Qué ha pasado entre el solsticio de verano y el equinoccio de otoño? Pues que en Canarias, de tener un día 14 horas de luz, fueron peridéndose poco a poco unos minutos de  luz cada día, de tal manera que al llegar al equinoccio otoñal las horas de luz y oscuridad se igualaron.

Equinoccio de otoño, 22-23 de septiembre
Equinoccio de primavera, 20-21 de marzo

Sin embargo la cosa no queda aquí, a partir del equinoccio de otoño comienza la estación que lleva su nombre, la cual termina en la escena de la izquierda, el solsticio de invierno. Durante el otoño, las horas de luz van disminuyendo, imponiéndose la oscuridad, hasta el límite que determina el solsticio de invierno. Concretamente, ese día del año, allá por el 22 de diciembre, en Canarias tenemos 14 horas de noche y 10 de día. Básicamente ocurre lo contrario que pasó con el solsticio de verano. Ahora el eje de rotación se "aleja" del Sol, dejando al Hemisferio Norte apuntando hacia el exterior del Sistema Solar. En esta ocasión es el Hemisferio Sur el que recibe más insolación, por lo que en navidades, mientras aquí nos morimos de frío, en Argentina o Nueva Zelanda comienzan las vacaciones de verano. Por último fíjate en las zonas que están sobre el círculo polar ártico. Gira que te gira, que es de noche todo el rato. Oscuridad eterna durante unos buenos meses.

Solsticio de invierno en el Hemisferio Norte, 21-22 de diciembre

Pero al igual que la reproducción de las plantas, las estaciones siguen un ciclo, y lo peor del año ya ha pasado. Aunque a partir del solsticio de invierno empieza el invierno, cada día que pasa las horas de oscuridad van disminuyendo, de tal manera que durante tres meses la luz va recuperándose poco a poco hasta llegar al 21 de marzo, día del año en que las horas de luz vuelven a igualar a las de oscuridad, 12 a 12.

Concretamente el equinoccio de primavera llegó a Canarias el pasado jueves 20 de marzo a las 16 horas y 57 minutos. ¿Qué ocurrirá a partir de ahora? Durante lo que queda de marzo, abril, mayo, y hasta el 21 de junio cada día tendremos unos minutos más de luz, amanecerá más temprano, oscurecerá más tarde. Hasta que finalmente volvamos al punto de partida, cuando el eje de rotación deje al Hemisferio Norte más expuesto al Sol y tengamos el día "más largo del año" y volvamos a escribir los deseos en un papelito para quemarlos en la hoguera.

Resumiendo, existe el cambio en la naturaleza porque existen las estaciones, y éstas a su vez existen gracias a que el eje de rotación está un poco cambado. Si el eje hubiera estado totalmente vertical, los hemisferios estarían expuestos por igual a la radiación del Sol, con 12 horas de luz y 12 de oscuridad durante todos los días del año. No sentiríamos que el año avanza, todos los meses iguales. Perderíamos muchas de las referencias que orientan nuestras vidas.

¿Y qué pasa con la flor de la magarza? ¿Qué tiene que ver con todo este disparate de eclípticas y elípticas?

Las primeras etapas en la vida de una planta son las más críticas. En ellas se necesitan unas condiciones especiales de radiación solar, agua, y temperatura. Hay que escoger bien el momento de la floración, ¿cuál es?

En el solsticio de invierno la radiación solar es mínima, hay pocas horas de luz y por lo tanto las temperaturas son bajas. En el solsticio de verano las horas de luz son máximas, pero debido a las elevadas temperaturas las precipitaciones no son abundantes.

En el equinoccio de otoño parece que las temperaturas son intermedias. Sin embargo, supone el inicio del otoño y posteriormente del invierno, dos trimestres en los que las horas de luz serán menores que las de oscuridad y las temperaturas estarán por debajo de la media.

Por descarte nos queda el equinoccio de primavera, el día que ha elegido mi magarza, pero también mi cardón y mi lavanda, para perpetuar la especie. Las temperaturas son lo suficientemente bajas para que abunden las lluvias pero lo suficientemente altas para que la semilla germine. Además, al contrario de lo que pasaba en el equinoccio de otoño, a partir de jueves pasado nos esperan seis meses (toda la primavera y todo el verano) en los que predominará la luz sobre la oscuridad, lo que sumado a las condiciones anteriores hará que las plantas jóvenes tengan más posibilidades de sobrevivir. Al cabo de esos 6 meses las plantas tendrán las suficientes reservas de alimento como para afrontar con éxito las estaciones climatológicamente desfavorables que vendrán.

Flores de cardón, Euphorbia canariensis
Tener nociones básicas de astronomía no sirve solamente para ligar (“mira esa constelación, representa al dios Perseo, que con el torso desnudo se enamoró perdidamente de la princesa Casiopea...”), también resulta útil para entender fenómenos de la vida cotidiana. Ahora sabes por qué las flores estallan en primavera, pero si miras a tu alrededor notarás que todos los seres vivos nos adaptamos a las estaciones, a los 23,5 grados de inclinación. En el Ártico, los osos polares hibernan durante 6 meses, ¿te imaginas cuales, no? Muchas aves migratorias que en agosto (verano) habitan el Hemisferio Norte, migran en enero al Hemisferio Sur, donde vuelven a encontrar el verano. Y obviamente, las condiciones que determinan la floración de las plantas en primavera también son ideales para iniciar el periodo de apareamiento de muchas especies animales. Basta con  ver la fiesta que estos días se tienen los gorriones frente a mi ventana.

Pareja de gorriones, Passer domesticus, anidando en la Iglesia de la Paz y la Unión

O fíjate en ti. ¿Cuándo prefieres ir a la playa, en el equinoccio de primavera o en el de otoño? Piénsalo. ¿Para cuándo planificamos las vacaciones? ¿En qué momento comemos puchero o ensaladilla rusa? ¿Cuándo estás de mejor ánimo? Nos parece agradable estar en una terraza a las 10 de la noche en el solsticio de verano, pero nos resultaría suicida hacerlo durante el solsticio de invierno. Nuestras rutinas anuales están condicionadas por un número decimal. 23,5.

Hay algo que me fascina. Los seres humanos, animales autoconscientes, hemos creado cultura y sociedades, construyendo maravillas que han mejorado nuestra calidad de vida. Sin embargo, nuestra expansión tiene límites: Por suerte todas nuestras aspiraciones y miserias están obligadas a desenvolverse según las reglas de la naturaleza y de los cielos, a seguir los cauces impuestos por las leyes de la física. Pablo Neruda no pudo expresarlo mejor: “Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”.

Magarzas en flor en la Facultad de Periodismo de la ULL

No hay comentarios:

Publicar un comentario