La mayoría de
los profesores de física se dejan la vida tratando de embutir en las cabezas de
sus alumnos las leyes de Newton, el teorema de Gauss o las características del
movimiento armónico simple. Incluso cuando se ponen a dar óptica también siguen
empantanándose con la reflexión, la polarización de la luz y las deprimentes ecuaciones de los
espejos, ignorando, criminalmente, esa lección magistral de la naturaleza que
se llama Arco Iris. Yo no puedo creerlo;
de hecho, creo que debería considerarse delito.
Con razón la
enseñanza de la física está donde está. La gente discutirá sobre qué equipo es
el mejor, sobre qué siglas nos sacarán de la crisis… pero todos están de
acuerdo en que la física es aburridísima e incomprensible. Y con ella sale mal
parada la Naturaleza de la que todo forma parte. No la entendemos. La mayoría
de nosotros hemos mirado muchos arco iris, pero muy pocos los hemos visto. Su
verdadera belleza se esconde en su comprensión y me gustaría compartirla
contigo, prometo no usar ninguna ecuación…
Para empezar,
te diré que el origen de un arcoíris se debe a una cantidad extraordinariamente
grande de algo excepcionalmente diminuto: minúsculas esferas de agua, a veces
de menos de un milímetro de diámetro, que flotan en el cielo.
Esta mañana
estaba disfrutando de la fascinante y emocionante vida del desempleado sentado
en la azotea, cuando lo vi. Bajé corriendo a buscar la cámara, Capi me seguía saltando
desbocada creyendo que la iba a sacar a la calle. Subí corriendo más rápido
todavía, esquivando los tenis tirados en el pasillo y cuando volví a la azotea,
pam!
Está bonita la
Cuesta, no? ¿Cómo se formó esta maravilla? Para empezar créeme cuando te digo
que la luz blanca del Sol se compone de unos cuantos colores, del rojo al
violeta. Eso lo descubrió Newton al refractar (desviar) la luz a través de un
prisma de cristal, y obtuvo un arco íris en miniatura!
Lo que hizo Sir
Isaac hace unos siglos lo lleva haciendo la Naturaleza desde siempre. O mejor dicho,
siempre que puede, ya que se necesitan una serie de sencillas condiciones:
1º Tiene que
llover. ¿Increíble, no?
2º Al escampar,
quedan infinidad de pequeñas gotas de agua flotando en el aire. El Sol debe
alcanzarlas sin que exista ningún tipo de obstáculo, como alguna nube o el
relieve mismo.
3º Debe existir
un observador, ¡Tú! Pero cuidado, debes colocarte entre el Sol y las pequeñas
gotas, dando la espalda a nuestra estrella.
La física hace
el resto: Cuando un rayo de luz penetra en una gota y se descompone en los
siete colores, cada uno de ellos lo hace con un ángulo determinado. Aunque cada
gota “libera” todos los colores (fíjate en la imagen de abajo), tu ojo sólo
recibe el que le llega con el ángulo justo, los otros colores que salen de la
gota se escapan en otras direcciones (que tú no ves).
Entonces, ¿no
deberíamos ver el arcoíris de un solo color? Por suerte no, no existe
únicamente una gota microscópica en el cielo. Dependiendo de la altura y el
ángulo que forman con respecto a ti, cada franja de gotas situada a una
determinada altura te alcanza el ojo con un color concreto, como se muestra en
la imagen de más abajo. Ten cuidado porque la imagen está simplificada,
realmente de cada gota salen los siete colores, pero sólo han mostrado aquellos
que llegan a tu ojo.
Ya está, no hay
más explicaciones. No creo que te haya sobrecogido esto que te he escrito, no
era mi idea. Pero hazme un favor y cuando dentro de un tiempo te encuentres
cara a cara con un arco iris, no te
pongas nervios@, coge aire e intenta recordar cómo se forma. Puede que así lo
veas como yo lo veo, como es en
realidad, simplemente bello.
Jajaja, profe se te echa de menos.
ResponderEliminarP.D.: Ya sabia como se formaba un arco iris, jajaja.
¡Muy bien explicado! ¡Raro que no te enrrollases!
ResponderEliminar