Anoche tuve el lujazo de asistir a la entrega de premios de
un certamen de poesía, del cual una de sus ganadoras fue esta rubia (y a pesar de
ello) brillante joven.
El riesgo de jugar a no saber si hablas en serio o en broma
es que un día puedes confundirte para siempre. Tal vez use la ironía para
ocultar lo que siento de verdad, para que la gente nunca llegue a conocerme.
Por eso quiero puntualizarte que los hombres de ciencia
también nos conmovemos. Y lo expresamos de otras formas, o simplemente no lo
expresamos. Hace más de dos años conocí a una chica (niña) desconcertante. La
observé y estudié como si la pusiera al microscopio, pero no hubo manera.
Frustrado, miré hacia atrás y me di cuenta de todo lo que
había aprendido de ella, de lo llevadero que se me hizo el trabajo durante el
tiempo que la traté. Y todo ello a pesar de que sigo sin entenderla. Ahí va el
poema ganador.
De las lágrimas, el
amor y demás musas
Patricia Verstraete
Déniz
Asola el invierno
a mi alma desnuda
sus garras de hierro
llevarla a su tumba.
Engaños la clavaron
ahí, entre las cenizas
de antiguas flores.
Pero van a venir
unos amaneceres
con más luz, y mejores.
Primaveras más verdes
tal vez, menos
sombrías.
Y tu amor me cegó
como el anterior
como los siguientes.
Con dolor me abandonó.
Pero resucitaré
con el dolor y agua
con sacrificio y sombra
donde salgo y crezco
y rejuvenezco y nazco.
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