De mi etapa
como profesor saqué una importante lección, y es que partimos de demasiados
supuestos acerca de los conocimientos que creemos posee el alumnado. En el caso particular de
mis clases de ciencias naturales yo trataba conceptos como “evolución” o
“selección natural” como si se hubieran ido
asimilando poco a poco a través de los años. Pero que va, les sonaba a chino y lamentablemente creo que
muchas (a partir de ahora en femenino, refiriéndome a personas) siguen sin pillar una de las teorías más revolucionarias de la
historia de la humanidad, clave para entender el desarrollo de la vida en la
Tierra y el papel que los seres humanos desempeñamos en la misma.
Tal vez al
Darwinismo como teoría le pase lo mismo que a la ley de la Gravitación Universal o a las leyes de
Conservación de la Masa y la Energía. Se dan por hechas. Tanto que las docentes
y divulgadoras hemos descuidado su exposición a la sociedad, corriendo el
riesgo de que sean malinterpretadas o simplemente olvidadas. Yo mismo he de
reconocer que casi todo lo que sé de evolucionismo lo he aprendido en estos
últimos años; no tengo recuerdo de haberlo estudiado en el colegio (más allá de
lo puramente anecdótico).
En este
artículo voy a hacer un repaso por los puntos
principales de la teoría de la evolución por selección natural, haciendo
énfasis en sus elementos más curiosos y en los aspectos que han sido
tergiversados a lo largo de los años,
terminando con la influencia que tuvo en el cambio de la visión que ser
humano poseía de sí mismo. Todo ello con la finalidad de que al refrescar en
nuestras mentes las bases del evolucionismo moderno estemos vacunados contra
visiones del ser humano acientíficas y antropocéntricas.
La realidad es
una. Y es que la Tierra puede albergar más
30 millones de especies de seres vivos diferentes, aunque “sólo” se han catalogado
en torno a 2 millones. Pero la velocidad con la que se descubren nuevas
especies nos permite aventurar que apenas
conocemos una quinceava parte de lo que realmente sobrevive más allá de nuestras ventanas.
Ante semejante
biodiversidad, durante siglos los seres humanos nos hemos hecho las siguientes
preguntas: ¿Por qué existen en la Tierra tantas especies
distintas de seres vivos?, ¿han existido siempre? ¿Cómo surgieron, cómo
cambiaron?
La respuesta
racional y científica (otras basadas en dogmas de fe ya existían hacía tiempo)
la dio un naturalista inglés llamado Charles Darwin en 1859 con la publicación
de un tochazo llamado “El origen de las especies”, en el cual expuso su visión
del origen y evolución de la biodiversidad en nuestro planeta. Muy por encima,
y con las aportaciones de la genética en el siglo XX, va de lo siguiente:
Watson y Crick descubriendo la estructura del ADN |
Todos los seres
vivos tenemos en el interior de nuestras células la base de datos que nos
define, en forma de una molécula con forma de doble hélice llamada ADN. Dentro
de ella existen los famosos genes, trozos de la cadena que contienen un tipo de
información concreta, codificada (número de extremidades, color de los ojos,
cola si/cola no, etc.). Esa información se hace realidad en los ribosomas, unos
orgánulos celulares que convierten esos jeroglíficos en distintos tipos de
proteínas, las cuales exteriorizan la información dando lugar a los rasgos y
características de cualquier ser vivo.
En el proceso
de reproducción sexual de los individuos, la información genética que heredará
el futuro hijo será una aportación de los dos progenitores. Obviamente eso
significa que el individuo no será en ningún caso idéntico a uno de los
progenitores, pero por lo general sus características oscilarán entre los
caracteres de uno o del otro.
Digo por lo
general porque aquí viene la clave que nos ayudará a entender la explosión de
biodiversidad que inunda el planeta. En el proceso de formación de los gametos
(óvulos o espermatozoides) pueden ocurrir errores de transcripción en las
copias de ADN, las llamadas mutaciones, de tal modo que el cigoto, la célula
resultante, tendrá una entidad propia, distinta, más allá de lo aportado por
los progenitores.
Con Lamark hay voluntad, con Darwin adaptación al medio |
Está variación
genética no depende del individuo, y tampoco está orientada a adaptaciones
específicas. Es un proceso totalmente determinado por el azar. Una de las
primeras teorías evolutivas, el lamarckismo, insistía en que los animales
responden creativamente a sus necesidades y transmiten los caracteres
adquiridos a su descendencia. Las jirafas estiraban su cuello en respuesta a
una necesidad, y esa voluntad se transmitía de padres a hijos.
Pero nada más
lejos de la realidad. Nuestra actual comprensión de las mutaciones genéticas
sugiere que Darwin tenía razón al mantener que la variación no va dirigida en
direcciones favorables o desfavorables. Simplemente existe esa variación, sin
adjetivos.
Continuemos. Sobre
la variación se aplica la selección. ¿Quién o qué selecciona?: El medio
ambiente (lugar físico, condiciones
climáticas, etc.). Éste tolera a las poblaciones cuyas variaciones genéticas se
adapten mejor al mismo, dándoles un mayor éxito reproductor.
Cada pinzón se adaptó a una tipo de alimento (ambiente) |
Lo explico
mejor con un ejemplo. Suponte que nace un ser humano con los dedos de los pies
pegados mediante finas membranas, como los patos. Está claro que si su madre o
su padre no poseían esa característica morfológica tuvo que ser consecuencia de
una mutación genética. Ahora bien, ¿fue una mutación dependiente de la voluntad
de los progenitores? ¿Es beneficiosa o perjudicial para el chiquillo?
Que yo sepa
hasta ahora, el hecho de que alguien quiera que su hija tenga membranas en los
dedos de los pies no implica que las vaya a tener. Eso no depende de nadie. En
cuanto a si es una mutación buena o mala, pues depende del ambiente. Si viviera en un mundo post-apocalíptico de
continentes inundados, tendría unas ventajas brutales para desplazarse por las
aguas, y en consecuencia la variación genética le beneficiaría. Si la mala
suerte le hubiera hecho nacer en un mundo al estilo del malpaís de güimar, pues
imagínate las expectativas de vida del chaval o chavala…
En resumen, los
individuos con mutaciones genéticas favorecidas por un ambiente determinado
tienen más probabilidades de sobrevivir que los que no las tienen. Del mismo
modo tendrán más posibilidades de reproducirse y dejar en herencia a su
descendencia dicha mutación.
Evolución en la familia de los elefantes |
¿Es así como se
genera una nueva especie? No, pero podría ser un primer paso. El hecho de que
un individuo posea un rasgo que lo diferencie del resto de su comunidad no lo
hace pertenecer a otra especie. Para que eso ocurra tienen que acumularse las
suficientes mutaciones como para que el individuo pueda ser calificado como de
otra especie, y eso no ocurre de una generación a otra.
Si en el mundo encharcado
de antes (¿se acuerdan de Waterworld de Kevin Kostner?) se van añadiendo
pequeñas mutaciones al árbol genealógico del niño-pato, como por ejemplo un
aumento del grosor de la piel para evitar la pérdida de calor, la reducción de
las orejas para hacer el cuerpo más hidrodinámico, mayor capacidad pulmonar
para aguantar más tiempo debajo del agua, etc., podríamos conseguir un
individuo tan cualitativamente distinto a los ancestrales padres del niño-pato
que podría quitarse la etiqueta de homo sapiens para catalogarse en una nueva
especie.
Ejemplo de mutación favorable al medio |
¿Qué ha
ocurrido en este cinematográfico ejemplo según la teoría de Darwin? Pues que se
han sucedido varios procesos encadenados de variación genética durante cientos
de miles de años. Las variaciones que mejor se adaptaron al medio ambiente
(todas las relativas al medio acuático) fueron favorecidas y perpetuadas a
través de las generaciones. Este último proceso es el que solemos conocer como
selección natural, y transcurre a una escala de tiempo que la hace
imperceptible para el ser humano.
Por ahora todo
suena muy bonito; una historia de progreso en la que el ser humano se ha ido
adaptando hasta convertirse en un ser pato. Pero lamentablemente el guión de la
evolución es más dramático de lo que parece a simple vista.
tracción a las cuatro patas |
Cuando uno
explica de forma sencilla la selección natural suele centrarse en los ejemplos
de mutaciones favorables. ¿Pero acaso son las únicas que existen? Al tratarse
de un proceso determinado por el azar, obviamente no. Nacer sin piernas, sin
ojos, con dos cabezas, no son las mejores mutaciones que pueden tener los
humanos hoy en día. La selección natural barre de la faz de la tierra esas
mutaciones a través de la muerte prematura del individuo y de la imposibilidad
de transmitirse por medio de la reproducción.
Incluso algunas
mutaciones que eran favorecidas por el medio ambiente pueden convertirse de la
noche a la mañana en incompatibles con la vida si el medio ambiente cambia
drásticamente. El meteorito que acabó con los dinosaurios generó un ambiente
que benefició a las mutaciones de los mamíferos y perjudicó a las de los
dinosaurios. El resto es historia…
De lo expuesto
anteriormente se desprende que las extinciones, al igual que la especiación
(formación de especies) y la evolución, son procesos independientes de la
voluntad de los individuos. Las mutaciones genéticas siempre se están dando, y
lo hacen sobre un escenario (medio ambiente) que está en continuo dinamismo, a
través de los cambios climáticos, deriva continental, inclinación del eje de
rotación terrestre, etc. Las variaciones climáticas que se han ido sucediendo a
lo largo de la historia de la Tierra han generado la extinción y formación de
especies. A través de la selección natural, por supuesto.
De sobra sabes
que la forma que más se ha utilizado para representar el proceso de evolución
por selección natural ha sido la de un árbol, en el que la altura representa el
tiempo transcurrido (la copa el es el presente y la base del tronco el origen
de la vida) y las ramificaciones el proceso de formación de especies. He de
hacer un par de puntualizaciones por el bien de su interpretación. Es cierto
que en la base debe haber pocos individuos, o más bien uno: teóricamente todos
los seres vivos de la Tierra provenimos de LUCA (last universal common
ancestor), una estructura que habitó el
planeta hace 3.500 millones de años, la primera capaz de autorreplicarse dentro de una membrana
(el cómo surgió la vida será motivo de otro post, aquí me centro en cómo
evolucionó). El problema viene en que la mayoría de los árboles evolutivos son
mostrados con ramificaciones que continuamente están divergiendo, dando a
entender que cada vez hay más especies. Y eso no es cierto: debes imaginarte la
vida en la Tierra como un árbol que en un momento determinado posee muchas
ramas, pero de repente la mayoría dejan de crecer (extinciones) y sólo unas
cuantas ramitas continúan hacia arriba para posteriormente ramificarse de nuevo
(especiación)… ¿Te imaginas un árbol así? ¡La verdad es que cuesta!
el ejemplo de la derecha es el que más se ajusta a la realidad |
Otra cosa sobre
los árboles de la vida. Que algo esté arriba no implica que sea mejor, ni más
evolucionado que lo de abajo. La posición en el árbol sólo te da la información
de la época en que vivió una determinada especie. Un trilobites del Cámbrico de
hace 500 millones de años (en la mitad del árbol) estuvo igual de adaptado a su
medio que un ser humano en la actualidad (copa del árbol). Cada milímetro del árbol
se corresponde a un ambiente concreto en un tiempo concreto, y las ramas que
están a esa altura son las mejores posibles.
Es raro que un
ser humano no meta la pata de vez en cuando, y Darwin no era una excepción al
respecto. Charles era gradualista. Creía
que la evolución era un proceso ordenado y majestuoso, que operaba a una
velocidad tan lenta y constante que ninguna persona podía tener esperanza de observar su efecto en el
transcurso de una vida.
Pero se
equivocaba en parte. El registro fósil siempre ha señalado un hecho: En los
yacimientos aparecen durante largos periodos geológicos un mismo tipo de
especie, sin apenas variaciones. Pero de golpe, en el siguiente estrato, aparece
una especie completamente distinta.
Darwin achacaba esta incomodidad a lo precario del registro fósil, pensaba que los eslabones intermedios existieron pero sus fósiles no se conservaron. Vamos, que en lugar de reestructurar un poquito su teoría, se dedicó a echar la culpa al proceso de fosilización…
Darwin achacaba esta incomodidad a lo precario del registro fósil, pensaba que los eslabones intermedios existieron pero sus fósiles no se conservaron. Vamos, que en lugar de reestructurar un poquito su teoría, se dedicó a echar la culpa al proceso de fosilización…
Registro fósil, a saltos! |
A día de hoy existen las suficientes evidencias
fósiles como para enterrar el gradualismo lento y constante de Darwin. Siguiendo
un linaje determinado, existen periodos de cambio rápido (de cientos a miles de
años) donde se produce la especiación, intercalados en lentos periodos sin
apenas cambios (millones de años). Esta es la razón por la que no podemos
encontrar infinitos eslabones intermedios en el registro fósil de una especie.
Podría decirse que la historia de la vida no es reformista, gradual; sino a
saltos, revolucionaria.
Con esta parte
termino el repaso a las cuestiones generales del darwinismo. Será responsabilidad
de otro post profundizar en otros aspectos complementarios a la selección
natural, como la selección artificial, la selección sexual, la evolución
cultural, etc. Asimismo trataré los fenómenos históricos en los cuales algunos
grupos han usado tristemente la etiqueta “darwinista” como punta de lanza de
sus intereses, como es el caso de la eugenesia o el darwinismo social.
Pero vayamos a
lo trascendental. Sin saberlo, Charles Darwin no sólo revolucionó el mundo de
la biología, sino que acabó por enterrar la antigua cosmología que orbitaba en
torno al ser humano.
La tumba de
dicho antropocentrismo la empezó a cavar Nicolás Copérnico, con su teoría
heliocéntrica. En base a sus observaciones astronómicas, descubrió que no era
la Tierra el centro del Universo, sino que habitábamos en uno de los varios
planetas que orbitan en torno al Sol.
De todos modos,
aunque dejáramos de vivir en la capital del Universo, las viejas élites religioso-aristotélicas
seguían relativamente tranquilas, ya que su posición en la Tierra permanecía
inalterada: Éramos la especie elegida, formada a imagen y semejanza de un
Creador. Los hombres y mujeres siempre habían sido como lo son ahora, y nada
teníamos que ver con el resto de los animales.
Tal vez el
anuncio de Darwin causó en la humanidad el mismo estupor que sentí yo cuando con
pocos años me enteré de que la dulcería de mi barrio no era la única en el
mundo. Nos sentimos engañadas, perdimos esa exclusividad que nos otorgaba la
religión y el geocentrismo. La biología y la paleontología no han podido
encontrar evidencia alguna de un origen especial distinto al del resto de las
formas de vida de la Tierra: Somos una especie más entre 30 millones.
Ni siquiera
somos dueños de nuestra evolución, ya que la evolución carece de propósito. Carece de
dirección; no lleva inevitablemente a organismos superiores. Los organismos se
limitan a adaptarse mejor a su entorno local y eso es todo. Darwin sentenció
una vez: “La degeneración de un parásito es tan perfecta como los andares de
una gacela.” El naturalista inglés aplicó una consistente filosofía
materialista a su interpretación de la naturaleza. La materia es la base de
toda existencia; la mente, el espíritu, e incluso Dios no son más que palabras
que expresan los maravillosos resultados de la complejidad neuronal.
La perspectiva
evolutiva de Darwin es el mejor antídoto para nuestra arrogancia cósmica. Ni el
mundo se creó en siete días, ni el ser humano se creó tal como ahora lo
conocemos. Ni la Tierra es el centro del Universo, ni el Sol gira alrededor de
ella. Apenas tenemos unos cuantos siglos de supuesto “éxito” en la Tierra,
¿aguantaremos así cientos de miles o millones de años como hicieron los
dinosaurios? Da igual realmente, lo hagamos mejor o peor nos extinguiremos como
cualquier otra especie.
Estamos hechos
de miríadas de pasos, cada uno necesitado dl anterior, y cada uno improbable de
por sí. Sólo la inmensidad del tiempo pudo garantizar el resultado, ya que el
tiempo convierte lo improbable en inevitable.
Hay gente a la
que esta descripción del ser humano le resulta verdaderamente deprimente. ¿Por qué estamos aquí entonces? ¿Cuál es
nuestra finalidad? No son preguntas estúpidas, y la respuesta no hay que
buscarla en la naturaleza ni en seres sobrenaturales. Asúmelo, no estamos en el centro de nada ni
somos el colofón de la evolución de las especies.
Yo lo tengo
claro. Puede que seamos una especie insignificante en un Universo casi
infinito, al que le importa bien poco quiénes somos ni de dónde venimos. Puede que no hayamos sido creados por un ente
consciente y sobrenatural. La
consciencia que nos ha hecho sentir tan especiales no es más que un resultado
casual de la selección natural. Y aún así, tan frágiles, hemos sido capaces de
amar, de imaginar el origen de las cosas, de ser intransigentes y de odiar con
locura.
¿A dónde vamos?
Busca dentro de ti, en las personas que más quieres y en las cosas que aún te
quedan por hacer. Ahí está el sentido de la vida. De tu vida, ¿No es
emocionante?
*El artículo
está inspirado en la lectura de la obra del paleontólogo y divulgador
científico Stephen Jay Gould, y en el libro que más me impactó, “La vida
maravillosa”.
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