miércoles, 11 de septiembre de 2013

Canidae, la familia de tu perro

Por regla general las personas queremos a nuestros perros. Salvo casos excepcionales en que son maltratados o muertos cuando dejan de ser útiles (algo tristemente habitual entre algunos cazadores alcohólicos de nuestra isla), el cariño y la lealtad que nos ofrecen estos compañeros son correspondidos sin dudarlo por los seres humanos. 

Dingo, Canis lupus dingo

Sin embargo, suele ocurrir que el amor no es suficiente. ¿Cuántas veces nos enfadamos con nuestros perros por comportamientos que nos parecen indeseables? Algunos dejan marcas de orina por la casa, otros muerden la madera hasta destrozar mesas y sillas, se escapan cuando una hembra está en celo, etc. Queremos corregir esas conductas y cuando no lo conseguimos llegamos al punto de arrepentirnos de haberlos tenido. Por suerte, la mayoría de las personas siguen queriendo a sus perros, a pesar de todo lo malo. 


Polemizando para variar, esta última opción creo que implica un amor mal entendido. Partimos del hecho de que actúan de forma incorrecta pero aún así les queremos, como al hijo descarriado que acaba volviendo a casa después de escaparse. Con este artículo te propongo una revisión sobre quién es tu perro, de dónde viene y por qué es como es. Tal vez de esa manera lo acabes conociendo mejor y lo quieras, no a pesar de sus errores, sino por su perfección. 

La última novedad evolutiva que compartimos con nuestros fieles compañeros es la presencia de glándulas mamarias que segregan leche para los recién nacidos, es decir, los perros y los humanos somos mamíferos. Hace 85 millones de años surgió el orden de los Primates al cual pertenecemos y algo más tarde, hace 55 millones de años, lo hizo el orden de los Carnívoros. En este se encuentran, entre otras, las familias de  los felinos, los osos, las hienas y los cánidos, a la que pertenece el perro. Cuesta creerlo, pero las hienas no son primas de los perros. Es más, la familia más cercana evolutivamente a la de las hienas es la de los felinos.

Lobo etíope, Canis simiensis

El origen de la familia Canidae se sitúa en Norteamérica hace 34-35 millones de años y se difundió con rapidez por el resto del mundo a excepción, por razones obvias, de la Antártida, Australia y archipiélagos del Sudeste Asiático, del Pacífico, Caribe y Madagascar. Existen 36 especies de cánidos distribuidas en 14 géneros.

Sus hábitats principales son las praderas donde cazan, aunque algunas especies se han adaptado a ambientes desérticos o selváticos. Su alimentación es principalmente carnívora, pero cuando surge la necesidad no dudan en alimentarse de carroña, invertebrados o materia vegetal. Este oportunismo alimentario ha sido una de las claves del éxito que ha permitido su distribución por casi todo el planeta.

Hasta la revolución neolítica hace aproximadamente 10.000 años, los seres humanos y los cánidos coexistían en relativa indiferencia. Pero la implantación de la agricultura y la ganadería afectaron negativamente a los últimos; la destrucción de sus hábitats para convertirlos en tierras de cultivo y el aumento de la población humana desplazaron a estos animales a zonas más inaccesibles como montañas o desiertos. Aunque esto no quedó aquí: la caza de animales que eran presas naturales de los cánidos, junto con el establecimiento de poblaciones humanas en los límites de sus hábitats, obligó a muchos de ellos a tener que alimentarse del ganado de los asentamientos humanos. Esta fama, real aunque en algunas ocasiones infundada, ha resultado letal para lobos, zorros y coyotes, acosados y acusados por el ser humano de atacar sus rebaños, siendo considerados todavía a día de hoy como alimañas cuya eliminación está bien vista.

Peor suerte han tenido zorros y perros mapache, usados en la industria peletera por sus pelajes. Mas cruel que cazar a un animal por un objetivo frívolo o injustificado es criarlo y encerrarlo de por vida en una jaula para finalmente matarlo.

Sólo una especie de cánido, mejor dicho, subespecie, tuvo la fortuna de resultar útil a nuestros antepasados. Obviamente nos referimos al perro, Canis lupus familiaris, subespecie del lobo gris, Canis lupus. Seguramente grupos de lobos que rondaban los primeros asentamientos humanos buscando desperdicios acabaron siendo domesticados para servir de protección y ayuda en la caza. En la actualidad, a estas funciones se les ha añadido la de ser animal de compañía, llegando incluso a ser miembros con derechos en algunas familias humanas.

Su primer año de vida lo pasó en el monte. Puede que naciera allí, en el seno de la manada que ronda el restaurante de la Cruz del Carmen, o tal vez la abandonaron o se escapó. Entre semana esperaba junto a los demás a que cerrara el restaurante, atentos a que algún empleado les dejara los restos de garbanzas, chuletas de cerdo y papas fritas que sobraban de las comidas. La mayoría de los perros botados en el monte no viven mucho. Acaban muriendo de inanición, de sed, atropellados... Los fines de semana bajaban por la noche a la zona recreativa del Llano de los Viejos, donde competían con las ratas por los muslos de pollo o las piñas de millo. Lo peor sin duda sería la falta de agua. Es un monte húmedo, pero no baja agua por ningún lado. Cuando la encontré en la carretera, le abrí la puerta de atrás del coche y se subió. 10.000 años son suficientes para saber qué le convenía.

De las 36 especies de cánidos que existen, 4 están casi amenazadas (zorro de oreja corta, aguará guazú, zorro de sechura y zorro vinagre), 3 en peligro de extinción (lobo etíope, perro salvaje asiático y licaón), otras 3 en peligro crítico de extinción (lobo rojo, zorro de darwin y zorro isleño), y una especie fue perseguida por el ser humano hasta la extinción (guará o zorro de las Malvinas, cuyo último ejemplar fue abatido en 1876).

Ejemplar disecado de guará, Dusicyion australis

El cuerpo  de los cánidos es delgado y musculoso. Su ancha cavidad torácica y sus extremidades largas y fuertes les otorgan una gran resistencia. Mientras que los felinos son especialistas en carreras rápidas, los cánidos sacrifican la velocidad por la resistencia, siendo capaces de recorrer grandes distancias. Fatigan a las presas más rápidas con su marcha elástica de velocidad constante. 

Los coyotes, Canis latrans, son grandes corredores. Esta es de las pocas especies de cánidos que han aumentado su área de distribución a pesar del aumento demográfico del ser humano, ocupando la mayor parte de Norte y Centro América. Mas flaco que el lobo, de hocico estrecho y cola gruesa y tupida, este hábil oportunista lo mismo ronda los suburbios de Los Ángeles comiendo basura, que atraviesa una llanura en los Montes Apalaches alcanzando velocidades de hasta 64 km/h  en el momento más álgido de la caza. En la vida real el coyote le puede al correcaminos. 

Coyote, Canis aureus

Le encanta correr. Arriba, abajo, con locura, como la primera vez que la vi. Aunque no se separa de mí, realmente es feliz cuando está  suelta, sin correa, corriendo endemoniada tras una presa imaginaria. Cuando está realmente cansada se echa y apenas tarda dos minutos en dormirse. Y por los espasmos que tiene diría que tiene sueños. En los que corre. Muchos perros casi no salen a la calle. Esos  pobres ni sueñan.

Los cánidos poseen 42 dientes: Los premolares muy agudos y sus desarrolladas muelas carniceras tienen una función cortante, en tanto que los demás molares conservan su función trituradora. Los incisivos, relativamente anchos, no están especializados, y contrastan con los caninos largos y potentes, aptos para sujetar las presas y desgarrar la carne.

El lobo tiene el cráneo más grande de todos los cánidos, necesario para albergar los potentes músculos mandibulares que le dan una fuerza de mordida de unos 350 kilogramos por centímetro cuadrado (hasta 600 kg si está luchando por su vida). Hace siglos su número era abundante y se distribuían por todo el hemisferio norte, pero la presión humana y su eliminación sistemática lo han confinado a las áreas más frías e inhabitadas del Norte de los continentes Americano y Euroasiático. Puede pasarse hasta dos semanas sin probar alimento y aún así su capacidad muscular no se ve debilitada. Una manada de lobos puede dar caza a presas tan grandes como un bisonte. Mientras que los grandes felinos (mucho más grandes que los cánidos), dan caza a sus presas asfixiándolas, los cánidos usan sus afilados caninos para desangrar a sus presas, lanzándose sobre la zona trasera y el área del perineo, aunque en ocasiones tratan de rasgar la yugular.

Lobo, Canis lupus

Sus caninos no pueden competir con los del lobo, pero los mantiene afilados, en forma. Me muerde el pie, la mano, la almohada. Roe trozos de madera hasta hacerlos serrín. Sus muelas carniceras, con forma de sierra, son responsables de algún agujero en la sábana. No lo puede evitar, nunca se sabe cuando tendrá que volver a poner a prueba su mandíbula, a triturar un hueso hasta llegar al tuétano, a comer cada cuatro días.

El campo de audibilidad de los perros es aproximadamente de 40 a 60.000 Hz. Aunque pueden detectar sonidos tan graves como 16-20 Hz —en comparación con 20-70 Hz en los humanos— y también agudos por encima de 45.000Hz —en comparación con 13-20.000Hz en los humanos—, y además tienen un grado de movilidad de las orejas que les permite determinar rápidamente el origen exacto de un sonido. Dieciocho o más músculos pueden inclinar, rotar, levantar o bajar las orejas de un cánido. Además, puede localizar el origen de un sonido mucho más rápido que un humano y detectar sonidos a una distancia hasta cuatro veces mayor.

Los zorros, del género Vulpes, al igual que los coyotes, se adaptan muy bien a variabilidad ambiental, distribuyéndose ampliamente por África, Eurasia y Norteamérica. Con sus orejas tiesas y orientadas a la fuente de ruido, son capaces de percibir la casi imperceptible respiración de un roedor oculto bajo un metro de nieve. El típico salto en forma de parábola, con las patas delanteras unidas, descoyunta a la presa sin que le de tiempo a reaccionar.

Zorro ártico, Alopex lagopus

Cuando vemos la tele en el cheslón, a veces se yergue en dirección al pasillo con las orejas apuntando hacia la puerta. Y se queda quieta,  parece que estuviera mirando a un fantasma. Está escuchando un sonido tan grave, o tan agudo, o simplemente tan débil que yo no puedo percibirlo. Sabe por mis pisadas si estoy en el baño, en la cocina o en el dormitorio. Los ruidos fuertes la aturden; por suerte a ella no le afecta el  de los fuegos artificiales. Hay perros que realmente sufren con estos artefactos, generalmente los que mejor audición poseen, ya que amplifican esos ruidos hasta resultarles insoportables.

Mientras que el cerebro humano está dominado por una gran corteza visual, el cerebro canino es dominado principalmente por una corteza olfativa. El bulbo olfativo de los perros, en proporción al tamaño total del cerebro, es unas cuarenta veces mayor que el de los humanos. Según la especie, los cánidos tienen entre 125 y 220 millones de células olfativas extendidas sobre un área del tamaño de un pañuelo de bolsillo —en comparación con 5 millones de células extendidas sobre el área de un sello en los humanos. Los cánidos pueden distinguir olores a concentraciones casi 100 millones de veces inferiores a las que pueden distinguir los humanos. 

Para que algo huela, es necesario que libere moléculas y que dichas moléculas sean transportadas a través del aire hasta llegar a las mucosas olfativas. Estas moléculas suelen ser poco pesadas, lo que permite una mayor volatilidad y son solubles en agua para poder atravesar la mucosa olfativa. Es por eso que los cánidos se relamen el hocico, para mantenerlo húmedo y poder detectar los olores. Los olores viajan por el viento y se mantienen en el tiempo. Un chacal de lomo negro, Canis mesomelas, puede percibir señales olfativas de otro animal mucho tiempo después de que haya estado en un lugar concreto. En la calurosa sabana etíope, es capaz de captar el olor dejado por la placenta de una cría de gacela semanas después de haber nacido. A través de la noche cerrada seguirá sin problemas el rastro que va dejando la joven gacela, similar a las luces que nos guían en la oscuridad.

Chacal de lomo negro, Canis mesomelas

Los cánidos también detectan las señales químicas emitidas o secretadas por sus congéneres. El fénec, Fennecus zerda, cuando alcanza la madurez sexual deja rastros hormonales en la orina,  marcando un amplio territorio de rocas y arbustos con el fin de que una hembra detecte su presencia. En la árida Península del Sinaí donde sobrevive, la densidad de seres vivos es muy baja, por lo que es difícil encontrar pareja. En cuanto una se forma se mantiene unida de por vida.

Fénec, Fennecus zerda

Su olfato son nuestros ojos. Cuando salimos a la calle no levanta el cuello para otear al horizonte. Al contrario, pone el hocico a ras de suelo y se dedica desentrañar el mundo. Siempre va a la misma esquina donde sabe que todos los perros mean, así sabe quién pasó por ahí hace un rato o el otro día. Por muy mal aspecto que tenga lo que huela, he aprendido a no apartarla de lo que le interesa. No soporto a la gente que tira de sus correas para que no huelan el trasero de otros perros. Los tratan como a niños. 

Los cánidos más grandes, lobos y licaones, Lycaon pictus , suelen organizarse en manadas siguiendo una estricta jerarquía social. Gracias a esta estructura se puede aspirar a la caza de presas mayores, además de asegurar la supervivencia de crías e individuos viejos o enfermos. Los licaones se lamen unos a otros en el rostro para reforzar lazos de sangre. Esta unidad hace que sean los cazadores más efectivos del mundo, con un porcentaje de éxito de entre un 70 y un 89%. Cazan a sus presas por relevos, con las estrategias más elaboradas entre los cánidos como el despliegue en abanico o el bloqueo de las vías de escape de la presa. Es el carnívoro con el mayor grado de sociabilidad y cooperación. Las jaurías compuestas  de doce a veinte individuos se encargan de alimentar a las crías, a las madres que las cuidan e incluso a los enfermos y huérfanos, regurgitando el contenido de sus estómagos.

Licaón, Lycaon pictus

Para ella yo soy parte de su manada. Después de comer, cuando el estómago está lleno y las preocupaciones no volverán hasta el día siguiente, es hora del juego. Juega conmigo como único aprendió a jugar, mordiendo, arañando. El juego en los cachorros tiene la misma función que en los humanos pequeños, entrenar para el futuro. Un perro aislado sufre, no puede compartir, ni canalizar el estrés jugando con otro perro. Cuando ya se cansa de jugar, intenta levantar mi mano con el hocico para que la acaricie, y después intenta lamerme la cara como si fuera su madre o su cachorro. Las manadas cohesionadas superan mejor los contratiempos.

Tu perro también tiene algunos primos un poco raritos. El perro mapache, Nyctereutes procyonoides, aunque no lo creas, es un cánido. Originario de China y Japón, muy parecido al mapache, es el famoso Tanuki de la cultura popular japonesa, un ser pícaro que posee la habilidad de disfrazarse, cuyas estatuas adornan templos y restaurantes.

Criados en la antigua Unión Soviética para comercializar con sus pieles, distintas poblaciones de perros mapaches se asilvestraron y actualmente están haciendo peligrar la fauna autóctona, ya que  se comen prácticamente todo lo que se mueva. Son considerados una plaga en muchos países de Europa del Este.

Perro mapache, Nyctereutes procyonoides

El zorro vinagre, Speothos venaticus, me recuerda una mezcla de lechón, osezno y rata gigante. Este pequeño cánido habita las zonas boscosas y selváticas de América del Sur. Buen nadador y excavador de madrigueras, aunque no caza animales domesticados por el ser humano, su población es muy escasa, probablemente debido a la deforestación y a los efectos del cambio climático.

Zorro vinagre, Speothos venaticus

Más inquietante resulta el aguará guazú, Chrysocyon brachyurus . Este habitante de las sabanas brasileñas y los llanos paraguayos es el mayor cánido de América del Sur. Tiene una melena negra alrededor del cuello y unas patas muy largas en comparación con el resto del cuerpo, lo que le da ese porte desgarbado tan raro.

Este animal solitario no supone una amenaza para el ser humano ni para su ganado. Sin embargo es cazado sin piedad por la creencia local del lobizón, una especie de maldición que convierte al séptimo hijo varón en hombre lobo las noches de luna llena. Seguramente esta superstición sea debida al aspecto del aguará guazú, ligeramente distinto del resto de los cánidos.

Aguará guazú, Chrysocyon brachyurus

Así es la familia de tu perro. Ahora te pido que reflexiones sobre lo siguiente: Aunque hay un solo universo objetivo, cada animal tiene su propio mundo subjetivo. De la inmensa cantidad de información objetiva presente en su entorno, cada animal detecta solo una parte. Las señales recibidas por los receptores sensoriales son procesadas en el cerebro y dan lugar a las percepciones, que a su vez se integran en nuestras vivencias o experiencias y generan conocimientos, sentimientos y emociones. Nosotros los seres humanos basamos la mayor parte de nuestras experiencias en el sentido de la vista, fundamental hasta tal punto que lo reflejamos en el lenguaje (¿Cómo lo ves? No lo veo claro. La visión del proyecto es…). Sin duda estarás de acuerdo conmigo en que las experiencias vitales de una persona ciega son distintas a las de una sorda o a las de otra que tiene los cinco sentidos operativos, y no por ello han de vivir peor.

Debemos  entender que nuestros perros construyen su mundo en base a lo que perciben por su olfato y su oído. Que están hechos para correr y morder, para marcar las esquinas y cazar en grupo. Si les negamos estas experiencias no podrán tener una vida plena, y les condenaremos a la frustración y al sufrimiento. ¿Te adaptarías bien a tu entorno si de golpe te pusieran una venda en los ojos? Lo pasarías mal, tendrías angustia y ansiedad debido a la incapacidad de interactuar con el medio de la forma a la que estabas acostumbrada. 

Los perros tienen que olerse entre ellos, jugar y pelearse para sentirse miembros de la jauría. No hay perros malos, ni rebeldes, ni desobedientes. Esas son cualidades humanas que nos empeñamos en trasladar a cualquier bicho viviente que tengamos a mano. A lo mejor lo que mucha gente necesita tener es un chiquillo, por eso acaban volviendo locas a sus mascotas. En definitiva, los perros son perros y actúan, viven y sienten como perros. Quiérelos así, por cómo son, no por cómo te gustaría que fueran. 

Capi, Canis lupus familiaris

No hay comentarios:

Publicar un comentario