Por Javier Bermúdez y Antonio Chamorro, vecinos de La Cuesta
Montaña de Guerra desde Valle Tabares |
Vivir en una ciudad cuyo casco histórico es Patrimonio de la Humanidad es todo un privilegio. A diario miles de turistas y residentes conocen a través de rutas guiadas las características y secretos de las calles, conventos y casas coloniales del centro de La Laguna. Con este artículo, y sin negar el incalculable valor del patrimonio que acabamos de nombrar, queremos mostrar otras clases de patrimonio más vinculadas a la mayoría de la población que vivimos en los barrios de la periferia, concretamente los del sur del municipio.
El peligro de no prestar atención a esta realidad tan cercana es que puede ser destruida y ni siquiera darnos cuenta de dicha desaparición. Al igual que hacemos con el casco histórico de La Laguna, debemos movilizarnos por la divulgación de nuestro entorno, de nuestra historia. Porque sólo se valora, se conoce, se transmite y disfruta aquello que se conoce. He aquí nuestra humilde aportación sobre la Montaña de Guerra y el Barrio de la Candelaria.
La Montaña, una explosión de biodiversidad.
Por Antonio Chamorro.
Lo primero que
llama la atención desde la carretera de los Valles son las instalaciones
militares abandonadas hace ya algunas décadas. En ellas ocurrió un trágico
accidente en 1949, cuando explotó el Polvorín de Valle Tabares, muriendo 15
personas y causando el pánico en el
Barrio de la Candelaria por la nube de fuego y picón que se levantó,
obligando a desalojar el barrio por miedo a que las explosiones continuaran.
Las cicatrices de la explosión son fácilmente distinguibles desde Valle
Tabares.
La Montaña de
Guerra se encuentra a 400 metros sobre el nivel del mar, en el piso
bioclimático conocido como tabaibal-cardonal. A esa altura, resguardada de los
vientos alisios del noreste y su conocido mar de nubes, las precipitaciones son
escasas y las temperaturas son más altas que en el centro de la ciudad, en los
límites inferiores de la laurisilva.
Por esta razón
las tabaibas, inciensos, verodes, cardones, cornicales, magarzas, tasaigos y
varias especies vegetales más son las dueñas de la montaña. Se han adaptado a
las condiciones climáticas desarrollando tallos gruesos y grandes raíces para
almacenar el agua en los meses lluviosos y así soportar con estas reservas el
resto del año en que prácticamente no ven una gota de agua.
Estas plantas,
desconocidas para la mayoría de la población, son las que deberían vivir en
nuestras calles y parques, no sólo por los pocos recursos de agua y suelo que
consumen: Muchas de ellas son endemismos (sólo crecen aquí) y su existencia es
condición indispensable para el desarrollo de muchas otras especies animales
también desaparecidas de nuestros barrios como el mosquitero, el tizón o la
esfinge de las tabaibas.
A nivel geológico
nos encontramos en las inmediaciones del Macizo de Anaga, una de las zonas más
antiguas de la Isla. Aunque la actividad volcánica cesó en Anaga hace tres
millones de años (dando paso a la acción erosiva que originó los profundos
barrancos que la caracterizan), la Montaña de Guerra, junto con la de Ofra y la
de Taco, volcaron alineadas sus lavas mucho tiempo más tarde, hará unos 200.000
años, aproximadamente en la época de génesis del Teide.
Las montañas de
Taco y Ofra están prácticamente desmanteladas debido a su uso como canteras de
picón. Mejor suerte tuvo la Montaña de Guerra, que ha mantenido su morfología
casi intacta. La fisura por la que emitió
los materiales volcánicos taponó el Barranco de Santos, provocando que
el agua se abriera camino por los laterales formando los barrancos de Tabares e
Hilario (en Valle Jiménez este último). Mientras la lava corría en dirección
suroeste, los piroclastos (materiales sólidos), lanzados como confeti
incandescente, fueron acumulándose dando forma a las laderas del volcán hasta
configurar su aspecto actual.
Aunque parezca
que la montaña se encuentra en un estado totalmente natural, indagando un poco
vemos aparecer las huellas que el ser humano ha dejado y deja sobre sus
veredas. El impacto más obvio ha sido el de su uso militar, que además oculta
búnkeres y pasadizos bajo sus entrañas, reflejo del turbulento contexto
político-militar de gran parte del siglo XX.
Su parte más alta
y llana asemeja a un prado, sin presencia del tabaibal de sus alrededores. Esto
se debe a la plantación hace décadas de trigo, cebada, garbanzos y demás
alimentos con los que sobrevivían los habitantes de la zona. Actualmente sigue
sin crecer la vegetación potencial ya que es una zona de pastizal en la que
vacas y cabras de explotaciones ganaderas cercanas se alimentan casi a diario.
Dan fe las grandes bostas que se ven (y pisan) por el camino.
También aparecen
muchas señales de coto de caza. Es raro no asustarse por el batido de las alas
de las perdices cuando salen de entre las tabaibas. Los restos de huesos y
cagadas de conejo también delatan su presencia (y la de los aguilillas o
ratoneros, sus principales depredadores).
De siempre la
Montaña de Guerra ha sido un lugar por el que la gente venía a pasear, o a
enamorar, según las circunstancias. Los domingos por la tarde era habitual
hacer la merienda con unas increíbles vistas del Barrio y el resto de Santa
Cruz. Con suerte planeaba en círculos algún guirre a la espera de que
apareciera tirada alguna mula en el barranco..
El Barrio de la Candelaria, un antiguo
cruce de caminos. Por Javier Bermúdez.
Hoy subir a la
montaña de Guerra sigue siendo tan impresionante como tenía que serlo hace 50
años; una particular vegetación endémica, canto de pájaros, vuelos majestuosos
de algunas rapaces, e impresionantes vistas del Barranco de Santos, Santa Cruz
y lo que hoy constituye el área urbana de La Cuesta. Solo hay una diferencia,
actualmente se ven muy pocas personas caminando por allí, ni amantes de la
naturaleza ni vecinos. La montaña de Guerra y lo que significa no es parte de
la identidad colectiva para la mayoría de los habitantes de La Cuesta,
solamente permanece en las historias de los mayores y las familias que llevan
allí muchos años y que son parte del poblamiento más antiguo. Recuperar esas
historias y articular una identidad territorial que tenga a la Montaña de
Guerra como uno de sus componentes sería un bonito objetivo. Pero para empezar,
primero tenemos que subirnos a la montaña…
Desde aquí arriba,
con unas espectaculares vistas, tenemos una foto fija del momento actual. Un
barrio, distrito 2 de La Laguna, el segundo más poblado del municipio y
compuesto a su vez por varias zonas; Las
Mantecas, La Florida, La Higuerita, La Piterita, Ingenieros, y sobre todo el
Barrio de La Candelaria. Pero al contemplar estas vistas uno no puede dejar de
pensar en otros tiempos, en la evolución del lugar y sobre todo preguntarse
cómo serían antes las gentes, las casas, los paisajes. Merece la pena
adentrarse un poco en la historia de La Cuesta, que no es otra cosa que la
historia colectiva de los que tenemos aquí nuestro hogar.
Probablemente a
principios del 1800 se construye el Mesón de La Cuesta, que durante mucho
tiempo fue la única construcción del lugar, un sitio en el que los viajeros
descansaban y los caballos que tiraban de los carruajes podían beber y comer.
Ese mesón se encontraba en un enclave muy importante, un cruce de caminos. Por
un lado se podía seguir subiendo a La Laguna, de ahí que se pusiera el nombre
de La Cuesta, y de otro se iniciaba la ruta hacia el sur de la isla en lo que
actualmente se conocer por la Carretera de La Cuesta-Taco.
En 1854 se crea la
primera compañía de transportes que trasladaba pasajeros de Santa Cruz a La
Laguna y a la inversa. Dichos vehículos se llamaban “omnibuses” pero la gente
prefirió llamarlos “coches de hora” o simplemente “caravanas”. La Cuesta solo
era un lugar de paso.
Poco después, en
1901, comienza a funcionar el tranvía en Tenerife. Dicho medio de transporte
haría la ruta Santa Cruz-La Laguna, y posteriormente se ampliaría hasta
Tacoronte. Este hecho es de vital importancia para La Cuesta ya que aquí se
instalarían las cocheras donde se guardaban los tranvías, la central generadora
de electricidad y con ella uno se los símbolos identitarios más importantes del
barrio, la chimenea de La Cuesta, la cual se observa claramente desde esta
montaña.
Esta instalación
hizo crecer el número de edificaciones y de personas que empezaron a vivir
aquí. Las construcciones se hicieron a ambos lados del camino, en lo que hoy es
la carretera general. Quedando amplios terrenos para la producción agrarias;
plátanos, papas, tomates, etc. Viéndolo desde aquí arriba es fácil imaginar
cómo sería; una hilera de casas en torno al camino que subía a La Laguna, unas
instalaciones en las que se guardaban los tranvías, y la chimenea expulsando
humo por la combustión del carbón. De resto plataneras y huertas, y un verde
paisaje. No hace tanto de esto, en periodo histórico fue el otro día.
Contrariamente a
lo que se suele pensar, las primeras edificaciones fueron chalets de tipo
modernista, con la firma de arquitectos destacados, hechos por encargo de la
burguesía de la capital que pretendía establecer aquí una zona residencial.
Muchos de estas construcciones sobrevivieron hasta hace bien poco como un
importante patrimonio que sin embargo fue derribado y del que casi nada se
conserva.
Con posterioridad
a este inicio, aumenta la inmigración de otras islas y de otros lugares de
Tenerife, atraídos por el dinamismo económico y trabajo que ofrecía Santa Cruz,
y que buscaba en La Cuesta suelo barato en el que construir su propia vivienda.
Las casas de autoconstrucción son una característica identificatoria del
urbanismo del barrio. Algo que se ve muy bien si uno lo mira desde la montaña
de Guerra.
Posteriores
promociones privadas de construcción fueron aumentando la población y la
caracterización del barrio como espacio urbano de vivienda relativamente
barata, en el que población de clase trabajadora venía a residir y trabajaba
fundamentalmente fuera, en los centros urbanos y/o en sectores como la
refinería o el puerto de Santa Cruz. Aún así, se conserva un cierto tejido
propio sobre todo comercial y de servicios.
La
multiculturalidad es uno de los rasgos más destacado de La Cuesta en general y
del Barrio de La Candelaria en particular, conviviendo personas de distintas
nacionalidades, sobre todo latinoamericana, y siendo el asentamiento más antiguo de la
comunidad gitana en Canarias.
La identidad
territorial de toda esta diversidad en estos últimos años se ha ido
construyendo en torno al barrio o sector más cercano y ciertos espacios
públicos.
Centro multifuncional "El Tranvía". La Chimenea de alto valor patrimonial e identitario de La Cuesta, y la plaza, un lugar de esparcimiento y de construcción de nuevas identidades |
Por último no podía pasar sin hablar del Barranco de Santos, el cual es digno de ver. Dicho Barranco es conocido por haber albergado restos guanches de gran valor arqueológico. Hasta no hace muchos años la bajada de agua era continua y esta se aprovechaba con hasta seis represas que bajan por su cauce, una en La Cuesta. Son muchas las historias que cuenta los mayores del barrio sobre el barranco; lugar al que las mujeres bajaban a lavar la ropa, en el que los jóvenes se bañaban en la charca (cuentan que llegaron a morir ahogados varios vecinos en la presa), lugar de pastoreo de cabras y ovejas o simplemente espacio de juegos para los niños. Lo cierto es que este espacio tan emblemático para la gente del lugar está en el abandono y se vive de espaldas a él. Un mirador recientemente arreglado es una nueva puerta abierta al este barranco, pero se necesita recuperarlo totalmente, que la gente sepa que está ahí y que forma parte del lugar en el que vive.
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