martes, 10 de febrero de 2015

Montaña de Guerra, una ventana natural a La Cuesta

Por Javier Bermúdez y Antonio Chamorro, vecinos de La Cuesta

Montaña de Guerra desde Valle Tabares
Vivir en una ciudad cuyo casco histórico es Patrimonio de la Humanidad es todo un privilegio. A diario miles de turistas y residentes conocen a través de rutas guiadas las características y secretos de las calles, conventos y casas coloniales del centro de La Laguna. Con este artículo, y sin negar el incalculable valor del patrimonio que acabamos de nombrar, queremos mostrar otras clases de patrimonio más vinculadas a la mayoría de la población que vivimos en los barrios de la periferia, concretamente los del sur del municipio.


Nos referimos al entorno natural que rodea a los barrios, a las historias que pasan de una generación a otra, a los nombres de las calles y los barrancos, a las actividades que han desaparecido y a las que aún perviven. 


El peligro de no prestar atención a esta realidad tan cercana es que puede ser destruida y ni siquiera darnos cuenta de dicha desaparición. Al igual que hacemos con el casco histórico de La Laguna, debemos movilizarnos por la divulgación de nuestro entorno, de nuestra historia. Porque sólo se valora, se conoce, se transmite y disfruta aquello que se conoce. He aquí nuestra humilde aportación sobre la Montaña de Guerra y el Barrio de la Candelaria.

La Montaña, una explosión de biodiversidad. Por Antonio Chamorro.

Lo primero que llama la atención desde la carretera de los Valles son las instalaciones militares abandonadas hace ya algunas décadas. En ellas ocurrió un trágico accidente en 1949, cuando explotó el Polvorín de Valle Tabares, muriendo 15 personas y causando el pánico en el  Barrio de la Candelaria por la nube de fuego y picón que se levantó, obligando a desalojar el barrio por miedo a que las explosiones continuaran. Las cicatrices de la explosión son fácilmente distinguibles desde Valle Tabares.

La Montaña de Guerra se encuentra a 400 metros sobre el nivel del mar, en el piso bioclimático conocido como tabaibal-cardonal. A esa altura, resguardada de los vientos alisios del noreste y su conocido mar de nubes, las precipitaciones son escasas y las temperaturas son más altas que en el centro de la ciudad, en los límites inferiores de la laurisilva.

Tabaibal en la cima de la montaña

Por esta razón las tabaibas, inciensos, verodes, cardones, cornicales, magarzas, tasaigos y varias especies vegetales más son las dueñas de la montaña. Se han adaptado a las condiciones climáticas desarrollando tallos gruesos y grandes raíces para almacenar el agua en los meses lluviosos y así soportar con estas reservas el resto del año en que prácticamente no ven una gota de agua.

Lavanda canaria, sus hojas desprenden un aroma agradable

Estas plantas, desconocidas para la mayoría de la población, son las que deberían vivir en nuestras calles y parques, no sólo por los pocos recursos de agua y suelo que consumen: Muchas de ellas son endemismos (sólo crecen aquí) y su existencia es condición indispensable para el desarrollo de muchas otras especies animales también desaparecidas de nuestros barrios como el mosquitero, el tizón o la esfinge de las tabaibas.

Oruga de la esfinge de las tabaibas, mariposa nocturna (polilla gigante)

A nivel geológico nos encontramos en las inmediaciones del Macizo de Anaga, una de las zonas más antiguas de la Isla. Aunque la actividad volcánica cesó en Anaga hace tres millones de años (dando paso a la acción erosiva que originó los profundos barrancos que la caracterizan), la Montaña de Guerra, junto con la de Ofra y la de Taco, volcaron alineadas sus lavas mucho tiempo más tarde, hará unos 200.000 años, aproximadamente en la época de génesis del Teide.

Alineación de los volcanes de Guerra, Ofra y Taco

Las montañas de Taco y Ofra están prácticamente desmanteladas debido a su uso como canteras de picón. Mejor suerte tuvo la Montaña de Guerra, que ha mantenido su morfología casi intacta. La fisura por la que emitió  los materiales volcánicos taponó el Barranco de Santos, provocando que el agua se abriera camino por los laterales formando los barrancos de Tabares e Hilario (en Valle Jiménez este último). Mientras la lava corría en dirección suroeste, los piroclastos (materiales sólidos), lanzados como confeti incandescente, fueron acumulándose dando forma a las laderas del volcán hasta configurar su aspecto actual.

Aunque parezca que la montaña se encuentra en un estado totalmente natural, indagando un poco vemos aparecer las huellas que el ser humano ha dejado y deja sobre sus veredas. El impacto más obvio ha sido el de su uso militar, que además oculta búnkeres y pasadizos bajo sus entrañas, reflejo del turbulento contexto político-militar de gran parte del siglo XX.

Cardón y lo que queda de la Montaña de Taco

Su parte más alta y llana asemeja a un prado, sin presencia del tabaibal de sus alrededores. Esto se debe a la plantación hace décadas de trigo, cebada, garbanzos y demás alimentos con los que sobrevivían los habitantes de la zona. Actualmente sigue sin crecer la vegetación potencial ya que es una zona de pastizal en la que vacas y cabras de explotaciones ganaderas cercanas se alimentan casi a diario. Dan fe las grandes bostas que se ven (y pisan) por el camino.

También aparecen muchas señales de coto de caza. Es raro no asustarse por el batido de las alas de las perdices cuando salen de entre las tabaibas. Los restos de huesos y cagadas de conejo también delatan su presencia (y la de los aguilillas o ratoneros, sus principales depredadores).

Aguililla o ratonero común

De siempre la Montaña de Guerra ha sido un lugar por el que la gente venía a pasear, o a enamorar, según las circunstancias. Los domingos por la tarde era habitual hacer la merienda con unas increíbles vistas del Barrio y el resto de Santa Cruz. Con suerte planeaba en círculos algún guirre a la espera de que apareciera tirada alguna mula en el barranco..

El Barrio de la Candelaria, un antiguo cruce de caminos. Por Javier Bermúdez.

Hoy subir a la montaña de Guerra sigue siendo tan impresionante como tenía que serlo hace 50 años; una particular vegetación endémica, canto de pájaros, vuelos majestuosos de algunas rapaces, e impresionantes vistas del Barranco de Santos, Santa Cruz y lo que hoy constituye el área urbana de La Cuesta. Solo hay una diferencia, actualmente se ven muy pocas personas caminando por allí, ni amantes de la naturaleza ni vecinos. La montaña de Guerra y lo que significa no es parte de la identidad colectiva para la mayoría de los habitantes de La Cuesta, solamente permanece en las historias de los mayores y las familias que llevan allí muchos años y que son parte del poblamiento más antiguo. Recuperar esas historias y articular una identidad territorial que tenga a la Montaña de Guerra como uno de sus componentes sería un bonito objetivo. Pero para empezar, primero tenemos que subirnos a la montaña…

Desde aquí arriba, con unas espectaculares vistas, tenemos una foto fija del momento actual. Un barrio, distrito 2 de La Laguna, el segundo más poblado del municipio y compuesto a su vez  por varias zonas; Las Mantecas, La Florida, La Higuerita, La Piterita, Ingenieros, y sobre todo el Barrio de La Candelaria. Pero al contemplar estas vistas uno no puede dejar de pensar en otros tiempos, en la evolución del lugar y sobre todo preguntarse cómo serían antes las gentes, las casas, los paisajes. Merece la pena adentrarse un poco en la historia de La Cuesta, que no es otra cosa que la historia colectiva de los que tenemos aquí nuestro hogar.

Vistas del Barrio de la Candelaria

Probablemente a principios del 1800 se construye el Mesón de La Cuesta, que durante mucho tiempo fue la única construcción del lugar, un sitio en el que los viajeros descansaban y los caballos que tiraban de los carruajes podían beber y comer. Ese mesón se encontraba en un enclave muy importante, un cruce de caminos. Por un lado se podía seguir subiendo a La Laguna, de ahí que se pusiera el nombre de La Cuesta, y de otro se iniciaba la ruta hacia el sur de la isla en lo que actualmente se conocer por la Carretera de La Cuesta-Taco.

Mesón de la Cuesta

En 1854 se crea la primera compañía de transportes que trasladaba pasajeros de Santa Cruz a La Laguna y a la inversa. Dichos vehículos se llamaban “omnibuses” pero la gente prefirió llamarlos “coches de hora” o simplemente “caravanas”. La Cuesta solo era un lugar de paso.



Poco después, en 1901, comienza a funcionar el tranvía en Tenerife. Dicho medio de transporte haría la ruta Santa Cruz-La Laguna, y posteriormente se ampliaría hasta Tacoronte. Este hecho es de vital importancia para La Cuesta ya que aquí se instalarían las cocheras donde se guardaban los tranvías, la central generadora de electricidad y con ella uno se los símbolos identitarios más importantes del barrio, la chimenea de La Cuesta, la cual se observa claramente desde esta montaña.

Tranvía en funcionamiento y de fondo la chimenea

Esta instalación hizo crecer el número de edificaciones y de personas que empezaron a vivir aquí. Las construcciones se hicieron a ambos lados del camino, en lo que hoy es la carretera general. Quedando amplios terrenos para la producción agrarias; plátanos, papas, tomates, etc. Viéndolo desde aquí arriba es fácil imaginar cómo sería; una hilera de casas en torno al camino que subía a La Laguna, unas instalaciones en las que se guardaban los tranvías, y la chimenea expulsando humo por la combustión del carbón. De resto plataneras y huertas, y un verde paisaje. No hace tanto de esto, en periodo histórico fue el otro día.

Lecheras y de fondo la estación del tranvía

Contrariamente a lo que se suele pensar, las primeras edificaciones fueron chalets de tipo modernista, con la firma de arquitectos destacados, hechos por encargo de la burguesía de la capital que pretendía establecer aquí una zona residencial. Muchos de estas construcciones sobrevivieron hasta hace bien poco como un importante patrimonio que sin embargo fue derribado y del que casi nada se conserva.

Con posterioridad a este inicio, aumenta la inmigración de otras islas y de otros lugares de Tenerife, atraídos por el dinamismo económico y trabajo que ofrecía Santa Cruz, y que buscaba en La Cuesta suelo barato en el que construir su propia vivienda. Las casas de autoconstrucción son una característica identificatoria del urbanismo del barrio. Algo que se ve muy bien si uno lo mira desde la montaña de Guerra.

Posteriores promociones privadas de construcción fueron aumentando la población y la caracterización del barrio como espacio urbano de vivienda relativamente barata, en el que población de clase trabajadora venía a residir y trabajaba fundamentalmente fuera, en los centros urbanos y/o en sectores como la refinería o el puerto de Santa Cruz. Aún así, se conserva un cierto tejido propio sobre todo comercial y de servicios.

La multiculturalidad es uno de los rasgos más destacado de La Cuesta en general y del Barrio de La Candelaria en particular, conviviendo personas de distintas nacionalidades, sobre todo latinoamericana, y  siendo el asentamiento más antiguo de la comunidad gitana en Canarias.

La identidad territorial de toda esta diversidad en estos últimos años se ha ido construyendo en torno al barrio o sector más cercano y ciertos espacios públicos.

Centro multifuncional "El Tranvía". La Chimenea de alto valor patrimonial e identitario de
La Cuesta, y la plaza, un lugar de esparcimiento y de construcción de nuevas identidades

Por último no podía pasar sin hablar del Barranco de Santos, el cual es digno de ver. Dicho Barranco es conocido por haber albergado restos guanches de gran valor arqueológico. Hasta no hace muchos años la bajada de agua era continua y esta se aprovechaba con hasta seis represas que bajan por su cauce, una en La Cuesta. Son muchas las historias que cuenta los mayores del barrio sobre el barranco; lugar al que las mujeres bajaban a lavar la ropa, en el que los jóvenes se bañaban en la charca (cuentan que llegaron a morir ahogados varios vecinos en la presa), lugar de pastoreo de cabras y ovejas o simplemente espacio de juegos para los niños. Lo cierto es que este espacio tan emblemático para la gente del lugar está en el abandono y se vive de espaldas a él. Un mirador recientemente  arreglado es una nueva puerta abierta al este barranco, pero se necesita recuperarlo totalmente, que la gente sepa que está ahí y que forma parte del lugar en el que vive.

Caída de agua en el Barranco de Santos

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