lunes, 20 de abril de 2015

El vecindario no humano de La Laguna

Más de 400 perros viven rescatados en Adepac
La Laguna tiene 150.000 habitantes. Al menos desde un punto de vista antropocéntrico es así. Pero yo lanzo un reto, trata de pensar durante unos minutos en los miles de animales no humanos con los que compartimos nuestras vidas.
Porque ahí están los perros, hijos nuestros,  guardianes o compañeros de caza; los gatos caseros y asilvestrados; bueyes, mulas y caballos, vestigio de actividades antaño cotidianas... Son los animales domésticos, algunos de ellos considerados de compañía.
Ahora planteo una pregunta incómoda, ¿cuáles de ellos merecen nuestra protección? Está claro que los animales humanos encabezamos la lista, muy cerca de las mascotas de nuestros hogares. La mayoría ponemos el límite aquí: el resto son objetos, recursos que no demandan consideraciones éticas.

Hace décadas se abrió una brecha en esta frontera. Surgieron quienes reclamaban “derechos” a los animales poseedores de autoconciencia, como los delfines y algunos primates. Un animal consciente de su existencia se deprime cuando es confinado en una jaula, siente tristeza cuando es separado de su madre. Piensa en la vida de un chimpancé o un delfín cautivo en ese sitio tan famoso.
Ahora bien, ¿es necesario ser inteligente o autoconsciente para ser capaz de sentir alegría, tristeza o dolor? Un perro quiere a su cachorro y siente ansiedad cuando su compañero humano no aparece. También sufre agonía y miedo por las úlceras infectadas gracias la cadena que lo ata en la finca, o cuando desfallece deshidratado en la cuneta de una carretera.
Si somos animales que sufrimos dolor físico y emocional; si obtenemos felicidad cuando hallamos la compañía adecuada, deberíamos sentirnos responsables y tratar de evitar el sufrimiento ajeno, humano o no.
Yo lo tengo claro, me educaron para ser una persona compasiva (olvídate de las connotaciones religiosas). No es más que sentir empatía hacia quien sufre, ayudando como un igual.
En base a estas ideas imagino un municipio diferente. Y me refiero a La Laguna no porque sus políticas de protección a los animales domésticos sean peores que las de otros lugares, sino porque simplemente soy vecino de La Cuesta.
Empecemos con lo más visible, los perros abandonados. Entidades como Adepac o Valle Colino están saturadas de perros y gatos que no aparecieron por arte de magia en las calles. ¿Qué relación tiene esta situación con el negocio de las tiendas de mascotas, que venden cachorros como si fueran juguetes? Es el momento de una política municipal que apueste decididamente por la búsqueda de hogar para estos animales. Para ello sería necesario que dejaran de exhibirse físicamente en las tiendas y así evitar la compra compulsiva, caprichosa. Una buena medida para estimular la adopción racional, responsable, sería la venta de mascotas a través de catálogos, donde también estuvieran obligados a incluir a los animales de los albergues.
Al mismo tiempo aumentaría la cantidad de eventos donde estas entidades pudieran promocionar a los animales, ya que suelen estar en sitios bastante alejados de los núcleos urbanos. Como ejemplo, el evento canino que realizó el Ayuntamiento de Santa Cruz hace unas semanas, donde 17 perros de Valle Colino encontraron familia.

Por desgracia, gran parte del maltrato animal no ocurre en situaciones de abandono, sino bajo la custodia de un dueño. Perros atados al sol, sin agua, días enteros sin supervisión, con pan duro; podencos disparados cuando ya no sirven para cazar...
Castigar a estos criminales requiere muchos más agentes de Policía Ecológica y Medioambiental que los disponibles actualmente en la Policía Local. Están  saturados de denuncias y no pueden actuar con la rapidez necesaria, saliendo los maltratadores impunes la mayoría de las veces.

A veces creemos que los animales domésticos aguantan todo, al estar acostumbrados al trabajo con humanos. Piensa en la Romería de San Benito, en pleno julio. ¿Hay algún tipo de control veterinario sobre el terreno para certificar que las condiciones meteorológicas y de esfuerzo físico garantizan el buen estado del animal? No hablo de prohibir nada, sólo digo que es posible divertirse sin tener que llevar a un animal al límite.
El verano pasado en Garachico un buey se desplomó debido al sobreesfuerzo físico. Cargaba una carreta de 30 personas. Ese mismo buey en Tegueste soporta un límite de personas menor, ¿dónde está la lógica? Para evitar el estrés y el sufrimiento innecesario necesitamos que todos los ayuntamientos establezcan una normativa unificada, con presencia veterinaria y policial que vele por el buen estado de los animales.

¿Recuerdas los camellos hacinados en un camión? Algunos participaron en la cabalgata de Reyes de Tejina. ¿Es fundamental la presencia de estos animales para mantener la ilusión de los niños? Por suerte cada vez hay más cabalgatas que usan espectáculos audiovisuales o personajes de ficción conocidos por los más pequeños. Ninguno de ellos sale trastornado por no ver un camello, te lo aseguro.

En territorio municipal se encuentra el centro de recuperación ambiental  La Tahonilla. Allí recogen y rehabilitan animales silvestres heridos, y cuando es posible son liberados. Esta debería ser en realidad la función de los zoológicos: conservar especies amenazadas, con el fin último de devolverlas a la naturaleza cuando sus hábitats se hayan recuperado. ¿Es ese el fin de los zoológicos que has visitado? Me encantaría que los alumnos de los colegios visitaran la Tahonilla, y presenciaran la liberación de tortugas y pardelas. No deberíamos acostumbrarles a ver orcas y gorilas encerrados. El cautiverio y los “shows” no forman parte de la vida animal.
En definitiva, creo que podemos construir un municipio menos hostil para nuestros vecinos no humanos. Muchas veces acusan a quienes luchamos por la protección animal de estar olvidando problemas sociales más urgentes. Les aseguro que no es mi caso: como antes dije, la compasión también me alcanza para los humanos.

La mayoría de las medidas citadas en este artículo no supondrían mucho dinero, ni tardarían mucho en implantarse. Les aseguro que no competirían con los presupuestos sociales. Es triste, pero es más la barrera mental de muchas personas que otra cosa. Cambiemos el chip, por nuestros otros vecinos.

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