Barricada en la Comuna de París. Marzo-Mayo de 1871 |
Cuando Carlos
Marx hablaba sobre la Comuna de París, el primer gobierno obrero de la historia,
reconocía a las trabajadoras la osadía de “haber tomado el cielo por asalto”.
Duró muy poco el experimento social, fue eliminado brutalmente: primero por las
bayonetas de las tropas de Versalles y finalmente por el silencio de los libros;
de los dueños de las imprentas.
Del mismo modo,
en la historia de la vida han existido protagonistas de primera y de segunda
clase. Viajemos al Mesozoico, la era de los grandes reptiles, donde parece que
sólo reinaron triceratops, tiranosaurios y velocirraptores. Las películas, los
juguetes de nuestra infancia, así lo atestiguan.
Por eso resulta
increíble que los primeros vertebrados que desafiaron insolentes la atracción
gravitatoria y surcaron los cielos, los pterosaurios, hayan pasado de puntillas
por el imaginario colectivo de nuestra sociedad. Aquí va mi modesto homenaje a
estos grandes reptiles, parientes de los dinosaurios, que apenas han sido
usados para decorar los paisajes en las recreaciones artísticas de esos tiempos
remotos.
Recreación de Scaphognathus |
El orden de los
pterosaurios se separó del de los dinosaurios a finales del Triásico,
aproximadamente hace 228 millones de años. Buscaron nuevos entornos donde no
existía la competencia por el territorio o los recursos de sus primos
terrestres, hallando refugio en árboles y zonas acantiladas.
Los primeros
pterosaurios eran pequeños como gallinas, peludos, unos verdaderos acróbatas de
los aires. Tenían dientes y largas colas probablemente con alguna función en la
caza o la movilidad entre el ramaje de la jungla. Dentro de esta categoría se
encontraban los géneros Scaphognathus o Rhamphorhynchus.
A lo largo de
millones de años estos géneros primitivos fueron desapareciendo, dando lugar a
otros con fisionomías distintas, predominando las especies grandes. Es a partir
del Jurásico (200-150 millones de años) cuando aparecen los pterosaurios
modernos, los pterodáctilos. Son los que más vienen a nuestro recuerdo: Gigantes
de picos arponados, sin cola, con pintorescas crestas, largos cuellos…
Los fósiles de
pterodáctilos empezaron a ser estudiados desde finales del siglo XVIII, y los
paleontólogos de la época los ubicaron como reptiles acuáticos, confundiendo
las grandes extremidades delanteras con aletas. Aunque hay consenso en que la
mayoría de las especies eran de hábitos voladores, se cree que muchas
especies flexionaban las alas para
desplazarse por el suelo, con un mecanismo de locomoción similar al de los
actuales murciélagos.
Los
pterodáctilos más conocidos y documentados son los pertenecientes al género
Pteranodon. Hablamos de especies que alcanzaron los 6 metros de envergadura
alar, habitantes de acantilados costeros que usaban las corrientes de aire para
planear y mantenerse en vuelo sin apenas gasto energético. Se lanzaban en
picado al mar recogiendo las alas para arponear tortugas, calamares y peces
primitivos.
Réplica del esqueleto de un pteranodon en el Museo Americano de Historia Natural |
Pero en fin, ningún
asalto es eterno. La Comuna de París resistió 60 días; la toma de los cielos
por parte de los pterosaurios duró algo más, 160 millones de años
aproximadamente.
Cuando el
famoso asteroide de Yucatán produjo la extinción masiva del Cretácico, hace 65
millones de años, apenas sobrevivían unas cuantas especies de pterosaurios. Por
algún motivo fueron desapareciendo de los acantilados, de los lagos interiores.
Quién sabe la causa, tal vez los cambios
ambientales producidos por la deriva continental, o puede que la competencia de
un grupo de dinosaurios emergentes, las aves.
Recreación de pteranodones en vuelo |
Tras la muerte
del último pterosaurio, las aves se diversificaron y tomaron el relevo. Este deseo, esta ansiedad por despegar, es lo
que en biología se llama “evolución convergente”: Una misma característica o
cualidad (en este caso tener alas o volar) se repite a lo largo de la historia natural
en diferentes linajes de seres vivos, aunque no tengan relación entre sí. Libélulas,
pterodáctilos, herrerillos y murciélagos han desarrollado alas a partir de
estructuras primitivas totalmente distintas unas de otras.
Porque es
inevitable, las ansias de asaltar los cielos son contagiosas.
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