Cuando un
cambio es gradual puede hacerse imperceptible. No es lo mismo cientos de
reformas durante cinco años que una revolución en un día; sin duda una se nota
más que las otras.
Aunque en el
sector del transporte puede hablarse de “revolución” a lo largo del siglo XX,
encontramos nuestras vidas lo suficientemente largas como para que a veces no
percibamos los cambios que nos han acontecido. Durante 20 años, por ejemplo.
Tras leer “Las cuentas ecológicas del transporte en España” de Ecologistas en Acción, me quedé
fascinado ante las comparativas establecidas acerca de los cambios en nuestros
hábitos de movilidad entre 1992 y 2012. Recordando cómo me movía a los 11 años
y cómo lo hacía con 31, muchas rutinas inconscientes salieron a la luz. Te invito
a que las veamos “desde fuera” e intentemos reconocer los impactos que ha
causado la forma de desplazarnos en nuestra salud, en la del medio ambiente y
en la economía.
¿Cuánto nos
movemos? Si en 1992 cada habitante de España se desplazaba diariamente 28,3 km,
en 2007 esa cifra se había incrementado en más de un 74% hasta alcanzar los
49,5 km. Paralelamente se había producido una pérdida de más de un 10% del peso
de los desplazamientos peatonales.
En lo que se
refiere a los desplazamientos de mercancías, se observa un espectacular aumento
de las distancias recorridas por el comercio internacional. Si en 1992 la cifra
recorrida por una tonelada era de 33 kilómetros al día por persona, quince años
más tarde la cifra se había disparado un 77% hasta alcanzar 58 km-tonelada
diarios.
Es decir, nos
movemos más ahora que hace 20 años, pero caminamos menos. Consumimos más
mercancías que hace 20 años, y lo que es peor, recorren mucha más distancia que
hace 20 años.
Entre 1992 y
2007 se había más que duplicado la longitud de las autovías y autopistas,
construyéndose más de 1,2 km al día en ese periodo. Estos crecimientos han
conducido a situar a España como país europeo con mayor red de carreteras de
alta capacidad, superando incluso a Alemania.
Hay un vehículo
por cada habitante de este país: 47 millones de vehículos frente a 46,7
millones de personas en 2012. Con ello conseguimos un índice de motorización
que llegó en 2007 a ser superior a la del conjunto de la Unión Europea y a la
de países como Suecia, Holanda y Reino Unido.
En las ciudades,
la baja ocupación de los servicios de transporte urbano colectivo hace
que sus vehículos acusen una fuerte disminución de la eficiencia. Esta mala
gestión de la guagua por parte de las instituciones públicas le ha hecho perder
el liderato en eficiencia, siendo superado por las motos en el ámbito urbano.
En lo que
respecta a los impactos ambientales del transporte, uno de los más preocupantes
es el alto porcentaje de emisiones efecto invernadero. Aproximadamente el 40%
del total de emisiones del país corresponde al sistema de transporte.
Pero además del
dióxido de carbono que provoca el calentamiento global, los vehículos emiten
otras sustancias contaminantes que afectan a la salud humana y a la de los
ecosistemas. Las partículas en suspensión, los óxidos de nitrógeno y azufre y
el ozono troposférico guardan una estrecha relación con el tráfico rodado,
provocando que la mayor parte de la población urbana europea esté expuesta a niveles
de contaminación por encima de los estándares de la UE y la OMS.
El ruido del
transporte es un elemento generalizado de perturbación de la salud de la
población española. El 66% de la población se encuentra expuesta a niveles
diurnos por encima de los umbrales límite para uso residencial. De esta
población afectada, el 98% lo está por el tráfico rodado.
Las
infraestructuras de transporte sepultan más de 700.000 hectáreas del suelo del
país. Si añadimos zonas de aparcamiento, estaciones, cocheras, etc., el suelo
artificializado se acerca en conjunto a las 920.000 hectáreas, algo más que la superficie
de la Comunidad de Madrid.
La gravedad de
esta alta ocupación del territorio se amplifica por su efecto fragmentador. La
red Natura 2000 de España, formada por espacios naturales protegidos que ocupan
un 27% de la superficie del país, se halla fuertemente atravesada por miles
de kilómetros de carreteras y otras vías secundarias.
En 2007, los
flujos monetarios producidos por el sector del transporte ascendieron a 179.000
millones de euros, aproximadamente 4.000 euros por habitante para realizar los
desplazamientos de personas, bienes y mercancías. De ahí que el 9,5% de
las 17.339.400 personas ocupadas en España en 2012 trabajara en el sector del
transporte (fabricación de vehículos, de infraestructuras, conducción,
comercio, regulación, etc.).
Comprar en 2012
un turismo nuevo de 20.000 euros requería invertir más de 1.500 horas de tiempo
trabajando para pagarlo. Si le sumamos el cambio de neumáticos, seguros,
impuestos, combustible, el coste medio de un vehículo a lo largo de su vida
útil es de 54.108 euros, lo que significa trabajar 4.403 horas para pagarlo.
Saca la calculadora y contempla como parte de tu vida es transferida a un trozo
de metal.
En los 20 años
transcurridos entre 1992 y 2012, fallecieron por accidente de tráfico 97.944
personas y resultaron heridas otras 2.777.835. El éxito visible en la reducción
de los fallecidos en los últimos años tiene en su base menos conocida una cifra
oficial muy elevada de heridos. Por debajo se encuentra una masa sumergida de
heridos no registrados en las estadísticas de la DGT y sobre todo un enorme
volumen de daños de mayor profundidad: La transformación de los comportamientos
y las relaciones sociales causada por la percepción del riesgo.
En fin, la
demanda de energía, trabajo, tiempo y materiales para alimentar a este sistema
no deja de aumentar. Ahora que conoces el coste ambiental (cambio climático,
destrucción y fragmentación de espacios naturales), económico (dinero y empleos
dedicados al transporte) y social (accidentalidad, contaminación, tiempo de
vida dedicado a mantener un coche) de este sistema, ¿crees que merece la pena?
¿Eres más feliz
que hace 20 años? ¿Vivías más frustrada en 1992 por moverte 20 km menos al día?
¿Debemos
dedicar un 10% de la mano de obra del país al sector del transporte? ¿No
existen otros sectores económicos mucho más efectivos a la hora de mejorar
nuestra calidad de vida?
Como sociedad
debemos decidir si seguimos aumentando nuestra movilidad hasta límites absurdos
u optar por pisar el freno un poquito. En algún momento de los últimos 20 años
el sistema de transporte se hipertrofió lo justo para que los problemas superaran
a las ventajas. Pasamos de beneficiarnos de él a vivir para él.
Es una cuestión
estructural cuyas soluciones deben ser estructurales, no se trata de reprochar
al vecino que tenga que recorrer 100 kilómetros todos los días para ir a
trabajar; la gente tiene que hacer lo que tiene que hacer para ganarse el pan.
Yo sólo aspiro a que por lo menos seamos conscientes de los impactos que
provocamos al desplazarnos cada vez más y más lejos.
Porque jamás
seremos capaces de resolver un problema si ignoramos su existencia. Demos un
primer paso, apostemos por vivir más despacio para vivir mejor.
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