martes, 4 de agosto de 2015

Vivir para moverse

Cuando un cambio es gradual puede hacerse imperceptible. No es lo mismo cientos de reformas durante cinco años que una revolución en un día; sin duda una se nota más que las otras.

Aunque en el sector del transporte puede hablarse de “revolución” a lo largo del siglo XX, encontramos nuestras vidas lo suficientemente largas como para que a veces no percibamos los cambios que nos han acontecido. Durante 20 años, por ejemplo.


Tras leer “Las cuentas ecológicas del transporte en España” de Ecologistas en Acción, me quedé fascinado ante las comparativas establecidas acerca de los cambios en nuestros hábitos de movilidad entre 1992 y 2012. Recordando cómo me movía a los 11 años y cómo lo hacía con 31, muchas rutinas inconscientes salieron a la luz. Te invito a que las veamos “desde fuera” e intentemos reconocer los impactos que ha causado la forma de desplazarnos en nuestra salud, en la del medio ambiente y en la economía.

¿Cuánto nos movemos? Si en 1992 cada habitante de España se desplazaba diariamente 28,3 km, en 2007 esa cifra se había incrementado en más de un 74% hasta alcanzar los 49,5 km. Paralelamente se había producido una pérdida de más de un 10% del peso de los desplazamientos peatonales.



En lo que se refiere a los desplazamientos de mercancías, se observa un espectacular aumento de las distancias recorridas por el comercio internacional. Si en 1992 la cifra recorrida por una tonelada era de 33 kilómetros al día por persona, quince años más tarde la cifra se había disparado un 77% hasta alcanzar 58 km-tonelada diarios.



Es decir, nos movemos más ahora que hace 20 años, pero caminamos menos. Consumimos más mercancías que hace 20 años, y lo que es peor, recorren mucha más distancia que hace 20 años.

Entre 1992 y 2007 se había más que duplicado la longitud de las autovías y autopistas, construyéndose más de 1,2 km al día en ese periodo. Estos crecimientos han conducido a situar a España como país europeo con mayor red de carreteras de alta capacidad, superando incluso a Alemania.



Hay un vehículo por cada habitante de este país: 47 millones de vehículos frente a 46,7 millones de personas en 2012. Con ello conseguimos un índice de motorización que llegó en 2007 a ser superior a la del conjunto de la Unión Europea y a la de países como Suecia, Holanda y Reino Unido.



En las ciudades, la baja ocupación de los servicios de transporte urbano colectivo  hace que sus vehículos acusen una fuerte disminución de la eficiencia. Esta mala gestión de la guagua por parte de las instituciones públicas le ha hecho perder el liderato en eficiencia, siendo superado por las motos en el ámbito urbano.



En lo que respecta a los impactos ambientales del transporte, uno de los más preocupantes es el alto porcentaje de emisiones efecto invernadero. Aproximadamente el 40% del total de emisiones del país corresponde al sistema de transporte.

Pero además del dióxido de carbono que provoca el calentamiento global, los vehículos emiten otras sustancias contaminantes que afectan a la salud humana y a la de los ecosistemas. Las partículas en suspensión, los óxidos de nitrógeno y azufre y el ozono troposférico guardan una estrecha relación con el tráfico rodado, provocando que la mayor parte de la población urbana europea esté expuesta a niveles de contaminación por encima de los estándares de la UE  y la OMS.

El ruido del transporte es un elemento generalizado de perturbación de la salud de la población española. El 66% de la población se encuentra expuesta a niveles diurnos por encima de los umbrales límite para uso residencial. De esta población afectada, el 98% lo está por el tráfico rodado.

Las infraestructuras de transporte sepultan más de 700.000 hectáreas del suelo del país. Si añadimos zonas de aparcamiento, estaciones, cocheras, etc., el suelo artificializado se acerca en conjunto a las 920.000 hectáreas, algo más que la superficie de la Comunidad de Madrid.



La gravedad de esta alta ocupación del territorio se amplifica por su efecto fragmentador. La red Natura 2000 de España, formada por espacios naturales protegidos que ocupan un 27% de la superficie del país, se halla fuertemente atravesada por miles de kilómetros de carreteras y otras vías secundarias.

En 2007, los flujos monetarios producidos por el sector del transporte ascendieron a 179.000 millones de euros, aproximadamente 4.000 euros por habitante para realizar los desplazamientos de personas, bienes y mercancías. De ahí que el  9,5% de las 17.339.400 personas ocupadas en España en 2012 trabajara en el sector del transporte (fabricación de vehículos, de infraestructuras, conducción, comercio, regulación, etc.).



Comprar en 2012 un turismo nuevo de 20.000 euros requería invertir más de 1.500 horas de tiempo trabajando para pagarlo. Si le sumamos el cambio de neumáticos, seguros, impuestos, combustible, el coste medio de un vehículo a lo largo de su vida útil es de 54.108 euros, lo que significa trabajar 4.403 horas para pagarlo. Saca la calculadora y contempla como parte de tu vida es transferida a un trozo de metal.

En los 20 años transcurridos entre 1992 y 2012, fallecieron por accidente de tráfico 97.944 personas y resultaron heridas otras 2.777.835. El éxito visible en la reducción de los fallecidos en los últimos años tiene en su base menos conocida una cifra oficial muy elevada de heridos. Por debajo se encuentra una masa sumergida de heridos no registrados en las estadísticas de la DGT y sobre todo un enorme volumen de daños de mayor profundidad: La transformación de los comportamientos y las relaciones sociales causada por la percepción del riesgo.



En fin, la demanda de energía, trabajo, tiempo y materiales para alimentar a este sistema no deja de aumentar. Ahora que conoces el coste ambiental (cambio climático, destrucción y fragmentación de espacios naturales), económico (dinero y empleos dedicados al transporte) y social (accidentalidad, contaminación, tiempo de vida dedicado a mantener un coche) de este sistema, ¿crees que merece la pena?

¿Eres más feliz que hace 20 años? ¿Vivías más frustrada en 1992 por moverte 20 km menos al día?

¿Debemos dedicar un 10% de la mano de obra del país al sector del transporte? ¿No existen otros sectores económicos mucho más efectivos a la hora de mejorar nuestra calidad de vida?

Como sociedad debemos decidir si seguimos aumentando nuestra movilidad hasta límites absurdos u optar por pisar el freno un poquito. En algún momento de los últimos 20 años el sistema de transporte se hipertrofió lo justo para que los problemas superaran a las ventajas. Pasamos de beneficiarnos de él a vivir para él.

Es una cuestión estructural cuyas soluciones deben ser estructurales, no se trata de reprochar al vecino que tenga que recorrer 100 kilómetros todos los días para ir a trabajar; la gente tiene que hacer lo que tiene que hacer para ganarse el pan. Yo sólo aspiro a que por lo menos seamos conscientes de los impactos que provocamos al desplazarnos cada vez más y más lejos.


Porque jamás seremos capaces de resolver un problema si ignoramos su existencia. Demos un primer paso, apostemos por vivir más despacio para vivir mejor.

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